Un pequeño fragmento del asteroide que impactó la Tierra hace 66 millones de años y que provocó la extinción de los dinosaurios podría haber sido conservado en ámbar, y un equipo de investigadores lo ha hallado en un sitio de excavación único en la formación geológica Hell Creek (Dakota del Norte, EE.UU.).
Dicho sitio se conoce como Tanis y preserva evidencia del momento devastador que terminó con los dinosaurios. Si bien ahora es un lugar arenoso y desértico, hace 66 millones de años era un bosque pantanoso rebosante de vida. Entre los fósiles desenterrados allí se incluyen peces que absorbieron los escombros arrojados durante el impacto, una tortuga atravesada por un palo y una pata que podría haber pertenecido a un dinosaurio que presenció el instante en que el asteroide golpeó la superficie de nuestro planeta.
La historia de los descubrimientos se detalla en un nuevo documental titulado ‘Dinosaur Apocalypse’, que el pasado miércoles fue transmitido en el programa ‘Nova’ de PBS.
«Una pieza de evidencia tras otra comenzó a acumularse y cambió la historia. Fue una progresión de pistas como una investigación de Sherlock Holmes», dijo el paleontólogo Robert DePalma, quien aparece en el documental. «[Tanis] ofrece una historia momento a momento de lo que sucedió justo después del impacto y terminas obteniendo un recurso extremadamente rico para la investigación científica».
Si bien Tanis está a más de 2.000 kilómetros de distancia del cráter de Chicxulub, formado por el asteroide al impactar en la península de Yucatán (México), alberga miles de fósiles de peces bien conservados que, según DePalma, fueron enterrados vivos por los sedimentos desplazados cuando una enorme masa de agua desencadenada por el choque se movió hacia el norte por una vía marítima interior.
En lo que se refiere a los restos del asteroide, estos en su mayoría se han convertido en arcilla debido a procesos geológicos durante millones de años. Sin embargo, DePalma y sus colaboradores también encontraron algunas esférulas que cayeron en resina de árbol en la superficie de un tronco ese fatídico día y que se conservaron en ámbar hasta nuestros días.
«En ese ámbar hemos localizado una serie de esférulas que básicamente estaban congeladas en el tiempo, porque al igual que un insecto en el ámbar que está perfectamente conservado, cuando estas esférulas entraron en el ámbar, el agua no podía llegar a ellas. Nunca se volvieron arcilla», explicó el paleontólogo, quien el mes pasado presentó su hallazgo en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
El científico jefe del centro Goddard, Jim Garvin, dijo por aquel entonces que «el hecho de que se conserve un registro de lo que podría ser un pequeño fragmento, tal vez microgramos, del asteroide, sería alucinante».