Cuando Brewski entró en la vida de una pareja canadiense, todo apuntaba a que sería un eficiente perro guardián.
Sin embargo, ya mide 1,2 metros de altura, pero «todo lo aterroriza», desde los vegetales hasta los calcetines, pasando por los envoltorios de caramelos.
«Es solo un gato asustado y es súper dulce, pero no fue lo que esperábamos», relata su dueño Chris Fulton. Es más, el can se cree lo suficientemente pequeño como para sentarse en el regazo de sus dueños, a quienes supera en peso.