Un investigador de la Universidad de Flinders (Australia) encuentra inmejorable la adaptación que tiene la proteína espiga del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 al organismo humano y concretamente los receptores de sus células. Está «completamente optimizado desde el primer día sin la necesidad de evolucionar» para adaptarse mejor, señaló el profesor Nikolai Petrovsky en declaraciones al periódico Daily Mail Australia.
Esta idea se consolidó a medida que él y su equipo ponían a la prueba cuán eficaz es la adhesión de esta proteína espiga a los receptores celulares de distintos animales. En parte, los científicos se guiaron en esta búsqueda por las variadas hipótesis sobre el origen de la cepa y, por lo tanto, entre las especies a probar estaba el pangolín, al igual que distintos murciélagos, que fueron sucesivamente infectadas.
Sin embargo, el receptor humano ACE2 se ha mostrado como el mejor adaptado para el contagio. La infección se propaga principalmente mediante la adhesión de la espiga a esta molécula del cuerpo humano y cuanto más fuerte puedan unirse, resulta menos probable que el patógeno se elimine y más enfermo se vuelve su huésped.
Después del ser humano, la segunda especie más susceptible fueron los pangolines, pero otro coronavirus, el que afecta a su especie, se parece solo en un 90 % al SARS-CoV-2, aunque utiliza la misma proteína espiga.
Es, por lo tanto, un pariente más lejano del virus que ha provocado la pandemia de este año en comparación con otros coronavirus de murciélagos (algunos de los cuales llegan a tener un 96 % de semejanza).
«Este es un virus nuevo que nunca ha estado en personas antes, pero tiene una adhesión extraordinariamente alta a los receptores humanos, lo cual es muy sorprendente», afirmó Petrovsky, director de un departamento en el Centro Médico de Flinders. El profesor admite la posibilidad de que un murciélago «equivocado» se encontrara con un pangolín «equivocado», pero considera estadísticamente improbable «proporcionarle de este modo al CoV del murciélago una alta adhesión tanto al pangolín como al ACE2 humano».
Debido a esta improbabilidad, Petrovsky no descarta la teoría del laboratorio en la procedencia de la cepa pandémica. Estima que los experimentos que ha llevado a cabo su equipo demuestran que es verosímil, mientras hay poca evidencia de que la mutación hubiera ocurrido de forma natural.