Llámenme Caitlyn. Así se presentó al mundo. La portada de la revista Vanity Fair fue de una contundencia inusual. Ese número se convirtió en el más vendido de cualquier revista en Estados Unidos durante 2015. La mujer en un body blanco, sensual, fotografiada por Annie Leibovitz, contaba sobre su nueva identidad.
Caitlyn Jenner dejaba atrás a Bruce para siempre y a los 65 años empezaba una nueva vida. Y se convertía en la mujer transgénero más conocida del planeta.
Nació como Bruce Jenner. La de Vanity Fair no fue su primera tapa de revista. Con su antigua identidad fue campeón olímpico en Montreal 76. Su actuación en el decathlon fue inolvidable. Batió el récord del mundo de la especialidad. En los Juegos Olímpicos anteriores había terminado décimo. Su triunfo fue importante por varios factores. La imagen icónica, el poster, fue la del festejo posterior a la última competencia, los 1500 metros. Llegó a esa carrera como virtual campeón. No se le podía escapar el triunfo. Pero con su performance consiguió el récord mundial.
Un espectador, escapó de los controles, y lo abrazó. Cuando los guardias lo empujaron fuera de la pista alcanzó a ponerle una bandera norteamericana en la mano. Jenner no supo qué hacer. Entendió que no podía tirar la bandera al piso y tenía urgencia por celebrar su logro. Saludó a la gente, entonces, en vuelta triunfal, haciendo flamear la bandera de su país. Esa foto casual ayudó a forjar su leyenda.
La Guerra Fría estaba en su apogeo. Y con Jenner, Estados Unidos recuperaba uno de los tres grandes títulos olímpicos que solía obtener pero que la Unión Soviética le había arrebato en Munich 72. Los otros dos: los 100 metros y el baloncesto.
Esa fotografía empapó su figura de un patriotismo del que carecía. El ganador del decathlon era conocido como “el atleta más completo del planeta”. Carreras de velocidad, de fondo, con obstáculos, saltos, lanzamientos. El ideal de Más alto, más fuerte, más rápido corporizado en una sola persona.
Llegaron las entrevistas, las portadas, las publicidades, los grandes contratos. Su imagen victoriosa estaba en las cajas de cereales Wheaties bajo el lema “El desayuno de los campeones”.
Se convirtió -así se lo llamaba en la prensa- en El Hombre Nuclear (en realidad era, haciendo referencia al título original de la serie El hombre de los seis millones de dólares: se estimaba que a esa cifra había ascendido su fortuna). Reemplazó a Erik Estrada en Chips en seis capítulos, actuó en la película de Village People, corrió carreras de autos. Se transformó en una figura pública.
Mientras tanto se casó en tres oportunidades: luego de dos divorcios su tercera esposa fue Kris Kardashian. Tuvo a cargo 10 hijos (6 propios y padrastro de otros 4).
En ese matrimonio y la mezcla de hijas estridentes reside el segundo envión de su fama. El reality show de las Kardashian, en que aparecía como peculiar pater familia de Kylie, Kendall, Khloé, Kim, Kourtney and Rob. El programa lo volvió a reposicionar ante una nueva generación.
El gran cimbronazo llegó en 2015. Primero fue una entrevista televisiva con Diane Sawyer. Luego la tapa de Vanity Fair. Bruce no existía más. A partir de ese momento, con 65 años, hacía público su cambio de vida y de identidad.
El mundo pasaba a conocer a Caitlyn Jenner.
El proceso público parecía estar condenado al fracaso. Un tema sensible, que obliga a nuevas concepciones, tratado por un protagonista de reality show, integrante de la familia más mediática del mundo. El diagnóstico no era bueno. Sin embargo, Caitlyn logró sortear esa dificultad, consiguió esquivar la tentación del sensacionalismo. Y su caso, su testimonio sirvieron a muchas personas y familias que atraviesan una situación parecida a la suya.
Muchas adjudican el éxito de ese movimiento a la influencia de Ian Nierob, representante de Caitlyn. Fue quien supo manejar el anuncio, eligió una revista con prestigio y logró al mismo tiempo enorme repercusión, que la noticia no fuera objeto de burlas y hasta el apoyo de las agrupaciones LGBT+.
Caitlyn entendió que esta nueva etapa, su nacimiento público como mujer, era más que una acción privada. Y como los superheroínas comprendió que todo poder conlleva una responsabilidad: “Si hay algo que conozco es el poder de los focos. A veces es abrumador. Pero con la atención también viene la responsabilidad”, dijo.
El día de la aparición de la noticia, Caitlyn anunció su nueva identidad en un tweet, el primero de su cuenta: “Estoy muy contenta de poder vivir, luego de una larga lucha, mi verdadero ser. Bienvenida al mundo Caitlyn. No puedo esperara a que conozcan a ella/a mí”.
Ese mensaje batió un récord. A través de él, se convirtió en la cuenta que más rápido alcanzó el millón de seguidores. Le bastaron sólo cuatro horas.
En 2017 Caitlyn completó su transformación física. Luego de las hormonas, los implantes mamarios y las numerosas cirugías faciales para angostar y estilizar su cara, se sometió a la operación de reasignacion de sexo. Antes congeló esperma. Ahora en pareja con una influencer de 25 años, Sophia Hutchins, han hecho correr el rumor de que estarían por subrogar un vientre para tener un hijo.
Mientras tanto, luego de que fracasara su propio reality y de que publicara sus memorias, Caitlyn sigue apareciendo en público y generando polémica. Su activismo por los derechos de las minorías sexuales se incrementó. En simultáneo, se empezaron a escuchar voces de crítica hacia ella desde los colectivos LGBT+ .
Jenner contó que sólo tuvo sexo con cinco mujeres en su vida, y tres de ellas fueron sus esposas. Cada vez que puede aclara que género y sexualidad son dos cosas diferentes, que la gente piensa que su transición se debió a cuestiones sexuales pero que no es así. Se muestra molesta cuando se le consulta sobre su vida sexual y no puede entender la obsesión pública sobre el tema. Tiene razón.
La relación con su actual pareja Sophia Hutchins es un enigma que provoca especulaciones permanentes en la prensa del corazón. Pero ambas son reacias a contar demasiados detalles. La influencer también es una mujer transgénero de alto perfil en las redes pero bajo en mostrar su intimidad.
Hace un tiempo la joven declaró sobre la historia que comparte con Caitlyn “No la describiría como una relación romántica, nos describiríamos como compañeras, socias de negocios, soy la directora ejecutiva de la fundación de Caitlyn. Tenemos mucho en común, vemos el mundo de forma muy similar y somos un complemento ideal para la otra. Compartimos las mismas pasiones, nos complementamos. No me parece que sea importante aclarar si es una relación sentimental. Los medios están obsesionados. Somos inseparables, vivimos juntas, tenemos un perrito, compartimos nuestras familias y nuestra vida. No vamos a dejar que los medios nos etiqueten”.
Su familia, de colosal exposición pública, apoyó de inmediato su decisión de ser quien siempre sintió que era. Kim Kardashian y Kylie Jenner (multimillonaria influencer de 21 años) lo expresaron a través de sus redes sociales. Kris, la tercer ex esposa, siempre en busca de notoriedad, ventiló algunas intimidades del matrimonio y se quejó con amargura de que ella no salía “bien parada luego de leer la autobiografía de Kaitlyn”. Que Caitlyn, su nuevo nombre, no comience con la letra K fue una elección consciente de ella para alejarse de las mujeres Kardashian en la consideración pública, para ser vista de una manera diferente, sin la sospecha del sensacionalismo sobre su cabeza.
La lucha por su identidad, ese pasaje de Bruce a Caitlyn, no fue una cuestión de los últimos años. Fue un proceso que acarreó toda una vida.
A los 8 años se escondía en el vestidor de su madre para ponerse sus ropas. Pero era un secreto que no podía compartir con nadie. “Me convertí en alguien muy bueno en el arte de esconderse desde muy chico”, declaró. Hasta que un día, se cansó de esconderse y decidió mostrarse al mundo de otra manera. Su pelea contra las etiquetas y la mirada ajena todavía no culminó. Esa batalla, lamentablemente, no parece tener un final cercano.
El camino de reconocerse como mujer atravesó varias décadas. Miedo, confusión, enojo, frustración, depresión fueron los estados de ánimo que la acompañaron.
A mediados de los 70, James Morris, tal vez el mayor escritor de viajes del Siglo XX (considerado como uno de los 15 grandes escritores británicos de postguerra) pasó a ser Jan Morris. Sus crónicas no se resintieron. Al contrario, ganaron lucidez y dejaron de centrarse en los lugares para hacerlo en las personas. En un libro de memorias titulado Conundrum (existe una vieja traducción al español traducida como El Enigma) cuenta cómo fue ese proceso y la operación de reasignación que se realizó en Casablanca. Cuenta el viaje más fascinante e intrigante de todos los que realizó: el pasaje de un sexo a otro (que excede largamente la operación de los órganos sexuales).
Allí Jan Morris explica que tardó mucha en entender que su “rareza” no debía vivirla como una tragedia. “Al desear con tanto fervor y tanta insistencia ser trasplantada al cuerpo de una mujer, no hacía más que aspirar a una condición más divina, a una reconciliación interior”.
Pareciera que eso es lo que logró Caitlyn cuando se leen sus declaraciones: “Por primera vez en muchos, muchos pero muchos años, en realidad por primera vez en mi vida, me levanto con ganas de encarar el día, con ansiedad por salir a vivir”.
La transformación de Caitlyn provocó diversas opiniones. Juicios de valor, acusaciones, pontificaciones. No parece importarle demasiado. Porque desde su adolescencia, adónde fuera, dónde estuviera -en su casa, en el colegio, por la calle-, veía a los demás enteros, de un trazo, mientras que se percibía a sí misma incompleta y difusa.
Una medalla olímpica, millones de dólares, una mansión, fama, un lugar destacado en la Familia Real de los reality shows. A todo eso le agregó un título más: el de la mujer transgénero más conocida del mundo. Su anuncio fue un evento global. El beneficio de esa visibilidad para la cuestión de disforia de género (y para cualquiera que escape a la media) fue notable.
“Durante más de seis décadas, quise controlar a mi mujer interior, portarme como un hombre verdadero para mostrarme a mí mismo que esa mujer no estaba ahí”, contó Caitlyn.
Pero, a pesar del paso de los años, de la celebridad, de los millones, de las esposas, de la decena de hijos, la mujer estaba allí y logró salir a la superficie. Tardó, pero Caitlyn pudo surgir.
Ahora que acaba de cumplir 70 años puede afirmar que logró, también, imponerse a un campeón olímpico.