En una galaxia a 150 millones de años luz, una estrella se acercó demasiado a un agujero negro. Las intensas fuerzas gravitatorias la desgarraron hasta arrancarle un chorro de gas, que emitió un último fogonazo de radiación antes de caer en el interior del agujero negro y desaparecer para siempre.
Un equipo internacional de astrónomos liderado desde el Observatorio de Tuorla de la Universidad de Turku (Finlandia) y el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) cazó a la estrella mientras el agujero negro se la tragaba en 2005, en la pareja de galaxias en colisión llamada Arp 299. Gracias a observaciones de diez años, han sido los primeros en registrar la corriente de radiación generada cuando un agujero negro absorbe una estrella, según publican hoy en la revista Science .
“Nunca antes habíamos sido capaces de observar directamente la formación y la evolución de una corriente producida por uno de estos eventos”, declara Miguel Pérez-Torres, investigador del IAA, en un comunicado difundido por el Observatorio Astronómico Nacional de Radio de Estados Unidos.
El descubrimiento fue inesperado. La primera señal captada, en 2005, en el espectro infrarrojo, hacía pensar que se trataba de una supernova, ya que en Arp 299 estas explosiones estelares son tan abundantes que los astrónomos la llaman “fábrica de supernovas”. Sin embargo, observaciones sucesivas mostraron que la emisión se hacía más intensa en longitudes de onda de infrarrojo y radio, pero no en frecuencias visibles y de rayos X, algo que no es propio de las supernovas. En 2011, las imágenes se habían vuelto suficientemente nítidas y revelaron una estructura en forma de chorro que se alargaba a un 25% de la velocidad de la luz.
Los investigadores esperan que sus resultados y nuevas observaciones mediante telescopios de radio permitan comprender mejor cómo los agujeros negros devoran estrellas.