Escuchar a Nayib es para muchos recibir aire fresco de la política, significa escuchar un mensaje que llena de esperanza. Para otros en cambio, que han perdido toda confianza en lo que huele a política, resulta más de lo mismo, palabras que se las lleva el viento. Así las cosas resultan una lucha entre la esperanza y la desesperanza.
No quiero ser políticamente correcto, ni sanguijuela aduladora servil o clientelista que vive de la política. Porque estos abundan y de ellos estamos hartos en El Salvador.
Las palabras de Nayib también despiertan temor en aquellos políticos que ven amenazada su posición de poder. Estos, que el ciudadano quiere sacar de los espacio de toma decisiones, porque han demostrado ser ineptos y corruptos. El camino para hacer este cambio deseado todavía no está claro.
Las críticas de Nayib contra el sistema político corrupto que impera en El Salvador, conecta con el sentir de la población, los que estamos cansados de buscar solución a los problemas sociales que nos privan del bienestar que merecemos. Pero hay que decir que las críticas no son soluciones a nuestros problemas.
Señalar las desviaciones de otros no es novedoso. Mauricio Funes nos encantó con su crítica antisistema, nos dijo lo que queríamos escuchar, y voluntariamente votamos para que fuera presidente. La historia no terminó en final feliz para la mayoría. Los problemas de inseguridad cruelmente siguieron arrebatando la vida de muchos y expulsando a otros de sus hogares.
En los eventos donde Nayib expone su mensaje se siente la alegría de la gente. La gente grita, aplaude hace sonar alarmas. Pasada la emoción vienen los comentarios que dicen, yo esperaba escuchar propuestas, algo nuevo, siempre dice lo mismo. Estos podrían ser, con simpleza, tildados de pesimistas, pero la señal que mandan, es que esperan algo más de Nayib, algo nuevo, algo diferente, propuestas de solución. Los políticos tradicionales abundan en criticar a sus adversarios también.
El mensaje de Nayib denuncia al sistema político corrupto. La gran pregunta es ¿Cómo lo cambiamos? Pensar que anulando el voto vamos a cambiarlo es ilusorio. Las campañas de anular el voto no son nuevas. Dagoberto Gutiérrez y otros han emprendido campañas de este tipo, sin que hasta el momento hayan hecho alguna transformación del sistema. Es más la gente anula el voto sin que se lo pidan, en cada elección se cuentan por cientos los votos nulos.
Pensar quedarse en casa por no tener a quién votar es una tradición. En cada elección el abstencionismo electoral se calcula por arriba del 40% de los votantes. Así que decir que la gente responderá al llamado a la abstención o al voto nulo, es como decir que si uno le pide al sol que salga en la mañana, el saldrá. La realidad es que son innecesarios esos llamados, son irrelevantes, porque la gente siempre se ha quedado sin votar y el sol siempre sale por la mañana.
Tener opiniones disidentes es un buen comienzo para cambiar las cosas. Pero el cambio hay que concretarlo. Resulta que queremos cambiar el sistema político de El Salvador. Entonces nuestra energía debe enfocarse en fundar un nuevo partido político, uno que no sea el reciclado de los demás partidos, que inyecte sangre fresca a la venas de la política. Fundar un partido que sea la base para un nuevo proyecto político que presente soluciones a los problemas sociales de El Salvador, que dé como resultado un gobierno diferente, uno que conecte con la gente, que no se quede en las críticas y andar buscando culpables.
El tiempo nos dirá si Nayib tiene el carácter para cumplir esta demanda social. Ganar las elecciones presidenciales no es suficiente, hay otros que lo han hecho en el pasado.
P.D.
No soy familiar de Miguel Pereira, alcalde de San Miguel.
Escrito por: Fredis Pereira