Por: Julio Rodríguez
En su vida nunca había estado más de un día en un hospital y su primera vez fue una estadía de 12 semanas (84 días) en la cama 12, donde instaló su campamento, donde habló con su Señor, conoció del amor de la familia, los amigos y las personas más sencillas, pero firmes en su amistad.
Allí compartió Rigo, Oscar y Julián casualmente tres hombres con grandes historias de mundo y motoristas de camiones, buses y tráiler – de los honrados y buenos – le juraban. Hablaron de política, de la familia, del país y claro de fe.
Los tres abandonaron sus campamentos antes que él, después llegaron Santos, Saúl y Servelio hombres del campo de manos fuertes, carácter firme y coraje que no se compra en una tienda. Cuanto se aprende de la gente que no tiene doblez y no se quiebra en las más duras pruebas de la vida y de la salud.
Allá al fondo de vecinas tenía a 8 mujeres, de edades entre los 30 y los 60 años con platicas divertidas y tristes, pero sin perder la elegancia de damas, que sufren con honor y esperan con segura fe.
Se hizo amigo de verdaderas servidoras públicas – las enfermeras -, de estudiantes de medicina apóstoles de la salud y médicos aun con perfil hipocrático.
Él durmió 87 noches en esa cama, y haber compartido baños, comida, atención médica, hacer fila para exámenes, entre otras muchas experiencias fue su tiempo con su Señor, noches de reflexión, renovación y reinventarse en pensamientos y futuras acciones.
Hoy levanta campamento y se retira de ese lugar, su carga espiritual es más ligera y su mochila va cargada de historias de todo tipo porque Dios volvió a afinar su pluma y le autorizó contarlas, porque si no las piedras hablarán.
Bueno, quedamos a la espera.