Esmeralda comenzó a trabajar en el manglar cuando tenía solo 7 años, extrayendo curiles para ayudar a su familia. Hoy, décadas después, es madre y abuela, y continúa en un trabajo agotador, insalubre y mal remunerado que ha marcado su vida.
Aunque el manglar le ha permitido subsistir, también le arrebató su infancia, su adolescencia y la posibilidad de alcanzar una vida plena. Su sueño es que sus hijos e hijas puedan romper con esta cadena generacional de empobrecimiento y tengan la oportunidad de estudiar, crecer y vivir en condiciones diferentes.
El trabajo infantil no solo priva a los niños de su niñez, sino que perpetúa un ciclo de pobreza y desdicha. Los niños y niñas no deberían cargar con la responsabilidad de un trabajo; su único peso debería ser el de sus sueños, sus libros y la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, el Ministro de Trabajo, Rolando Castro, se encuentra trabajando en erradicar el trabajo infantil en la extracción del curil, asegurando que los niños y niñas asistan a la escuela y no al manglar. «No es fácil lograrlo, pero tampoco es imposible», agregó el titular.