Hernán Darío “el Bolillo” Gomez aprobó a medias el examen ante el Pachuca mexicano. El cafetero, que presentaba sus credenciales ante la hinchada Azul en el Jorge «Mágico» González debió conformarse con un pálido 1-1, pero finalmente se fue a casa aplaudido.
A la caída del telón para dar por concluido el primer acto, la pizarra marcaba 0-1 a favor del Pachuca, y el 11 del Bolillo Gómez y el resto de su armada debieron marchar hacia el camerino en medio un manto de silbidos, que desaprobaba la actuación del primer tiempo.
No ofreció una mal versión el 4-4-2 que Bolillo Gómez colocó en el estadio Jorge «Mágico» González, pero tampoco derrochó talento, hubo jugadores en el 11 inicial que no sincronizaron su reloj y llegaron tarde a la jugada o les faltó físico para llegar al balón.
Sin embargo, con la obligación de anfitrión pintada en la frente y la hinchada empujando desde las butacas, la Azul intentó llevar la iniciativa del encuentro y generó llegadas, pero sin orden claro, a excepción de una que se malogró.
Al cuarto de hora, Josué Rivera quedó solo frente al marco tras recibir un centro desde la izquierda, pero intentó definir de primera y envíó el zurdazo arriba.
No hubo más llegadas de peligro hasta que Illian Hernández se internó en el área y fue derribado por Jorge Cruz. El jugador azteca quiso hacerse justicia por su cuenta y, al 41′, puso arriba a la visita.
En la vuelta a las acciones, el «Bolillo» movió los cromos de inmediato. Dio ingreso a Harold Osorio y Bryan Landaverde en la zona ancha y retiró de su tablero a Chicho Orellana y Melvin Cartagena.
También sacó a Álex Larin para dar minutos a Diego Flores por izquierda y también a Santos Ortiz y el Torito Rivera que dieron paso a Francis Castillo y Enrico Dueñas, dos de los legionarios que contribuyeron a cambiar el rostro del partido.
El ingreso de Harold, Castillo y Dueñas ofreció más dinamismo en ofensiva y la recompensa llegó pronto. Al 58′, Émerson Mauricio recibió un centro del volante del Top Oss neerlandés y se adelantó a la zaga tuza para puntear el balón en el primer palo y ponerlo al fondo de la cabaña.
La anotación activó las gargantas azules que gritaron el gol a todo pulmón, apareció el pegajoso estribillo musical: «la selección cuscatleca de todos es la mamá» y la ola se hizo sentir como a tropel de búfalos africanos.
Con el correr de los minutos al compás del ruido en las sillas, el fútbol de El Salvador se fue apagando y tuvo que aparecer Mario González para evitar un nuevo gol rival y salvar medianamente la noche.