En el occidente de El Salvador, pequeños agricultores como don Jaco están transformando la manera de producir alimentos, dejando atrás el monocultivo y apostando por la diversificación como estrategia de adaptación frente a la incertidumbre climática.
Desde su finca, don Jaco cultiva pepino, chile morrón, tomate y otras hortalizas, combinando técnicas empíricas con la intuición adquirida en décadas de trabajo. “Antes bastaba con sembrar una cosa. Ahora ya no. Hay que adaptarse, probar, arriesgarse”, afirma mientras observa sus nuevos cultivos.
Este modelo, cada vez más extendido, se fortalece con el acceso directo a mercados como la Central de Abasto, que permite a los productores vender sus cosechas sin intermediarios, obteniendo un precio justo y reduciendo pérdidas postcosecha. Según datos del Ministerio de Agricultura, hasta el 30% de la producción nacional se pierde por canales ineficientes de comercialización.
Aunque aún hay retos como el acceso a financiamiento, tecnología y asistencia técnica, la diversificación agrícola está emergiendo como una forma de resistencia inteligente, capaz de sostener la soberanía alimentaria y dinamizar las economías rurales.
Agricultores como don Jaco lo tienen claro: innovar desde lo local ya no es una alternativa, sino la única forma de asegurar el futuro del campo salvadoreño.