La locura de haber viajado desde Concepción de Oriente, municipio de La Unión, en El Salvador, hasta una ciudad mexicana ubicada cerca de la línea fronteriza con Estados Unidos, parecía tener un «final feliz». Llegar hasta allí significa para muchos migrantes «casi tocar el cielo». Ahora solo era cuestión de esperar en «la bodega».
Junto a Corinne decenas de «migrantes irregulares» se bajaron de diferentes tipos de vehículos en los que habían pasado escondidos por horas; algunos aparecieron del baúl de un carro en medio de lonas que casi los mataba de asfixia; otros llegaron a pie, pues habían viajado haciéndose pasar por mexicanos en autobuses, en fin, todos coincidieron en esa gran casa tipo bodega provenientes de diversos países de la América Central, donde los suyos se quedaron sin esperanza, pues muchos la echaron en la bolsa o la mochila que cargaban con ellos y la necesitan para llegar a Estados Unidos. Habían viajado de las formas más increíbles bajo el «cuido» de los coyotes.
«Ya llegamos, esta parada es la última. De aquí en adelante solo es cuestión de tiempo», explicó «el Gordo», apodo del pollero que llevaba a Corinne, que insistía por tercera vez cruzar la frontera de manera ilegal, como lo hizo cuando tenía diecinueve años y partió de su pueblo natal. Su vida se había hecho en Estados Unidos trabajando de lo que fuera. Pero veinte años después fue deportada.
«Solo vamos a descansar y esperar aquí», le justificó al grupo el hombre que también era conocido como el guía, mientras dirigía a los asustados y expectantes migrantes que ordenadamente comenzaron a entrar al lugar y empezó a realizar llamadas «como si coordinara una operación de entrega de mercadería», dice Corinne.
«Entrar a la bodega fue terrible. Era como estar en un gallinero literalmente. Todos apretados, tres debían compartir una cobija para no acostarse en el puro suelo, se hacían grandes colas para usar los únicos dos baños que había, no había agua suficiente y solo comíamos dos veces al día», describe Corinne, que ahora parece muy cansada y recién ha terminado por tercera vez sus trámites en calidad de retornada en el Centro de Atención al Migrante en El Salvador, donde hasta le han tomado cariño por su imborrable sonrisa.
«Pasar por la bodega es como el purgatorio, porque el infierno es cuando lo sacan de allí a uno y lo suben al tráiler, eso sí es más terrible, doloroso y desesperante». En el tráiler pasó tres días seguidos casi sin comer, haciendo necesidades en latas, sintiendo morir del calor y del frío por las noches, los niños llorando de hambre y la traidora incertidumbre de no saber ni dónde se está, ni para dónde va.
Corinne ha hecho el intento de pasar la frontera tres veces en dos meses, pero ya no es lo mismo, hoy es más duro y peligroso llegar. Mientras en El Salvador parece que nada cambia, como si estuviéramos condenados a ser, como escribió el poeta Roque Dalton, «los eternos indocumentados».
Ese intenso recuerdo de «la bodega» y el «tráiler» hacen que Corinne rompa en llanto, mire al cielo y exprese: «Solo Dios sabe cómo me siento, pero en Él confío, en que mis hijas estarán bien, porque yo no pienso regresar, me quedaré y me levantaré aquí, más duro de lo que fueron 20 años allá, no puede ser aquí», esperanzada en darle una oportunidad a que El Salvador la salve de morir en el camino, en el tráiler o en la bodega.
CULPA DE ARENA EL FMLN FUNESTO Y DE CEPILLIN TODOS SON CULPABLES
Culpa de todos hasta tuyo y mio. Todos mienten,roban, pelean, manipulan, son infieles, ladrones! Cuando cada humano empiece a cambiar, entonces las vibras, las energias negras que estan ahogando a la humilde gente trabajadora, comenzara a alumbrarnos
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