Por: Julio Palacios
La pandemia ha potencializado los bajos instintos del siniestro y peligroso guanaco que llevamos muy dentro de nosotros mismos. Como nos indilgaba en voz y autoridad de nuestra abuelita, y también la abuela de todos ustedes los nacidos en parto único en este paraíso que se llama El Salvador. Este lugar donde se vende de todo y se compra de todo, este sitio donde la aptitud del siniestro y peligroso se expresa con altanería y sucia boca, y que arremete contra lo que la mayoría respeta y que en su ilusa mentalidad es el único, el rey de la basura de San Salvador, ese qué al desafiar al orden constituido se dice y escupe “A mí me vale”.
Lo siniestro y peligroso no tiene ni género, ni sexo, ni preferencias políticas, ni fantasías eróticas, pero si delirios de grandeza, de reconocimiento social y político, de ser identificado como el “don Cachimbón” del pueblo, el patán ilustrado, el eximio jurisconsulto vulgar de procaz vocabulario de salón cervecero, y de pensión del arrabal.
Ese arribista que busca con gran afán ser nominado candidato electoral de un partido de minoría del 4%, o de coalición electoral para lograr su salto social y político, para poder usar la miga de poder que adquiera para presentarse libre de pecado, y un pasado borrado de la realidad con que ha vivido desde su natalidad.
¿Pero cómo lo identificamos? Sin más vueltas como trompo, este luce así: Soborna en dólares la (menta), este es el nombre coloquial para decir que a las bocas sucias se les hace efectivo el pago que recibe el comunicador de falsas noticas, el sueldo de alguien de los chismes y rumores populares, el periodista de papeles entintados, el presentador de imágenes circenses, el anunciador de productos mediáticos y el clásico entrevistador de pantomimas semanales, para brindar declaraciones políticas suicidas de como derrocar el Gobierno, de cómo dirigir la administración pública, de cómo lograr el cielo en esta tierra, de insistir y ofrecer las eternas promesas del siniestro guanaco que lleva; ¡Dejare a mi mujer y me casare contigo! ¡Cuando sea funcionario público electo seré honrado! ¡Amare a todos y cada uno de los que me brinden su voto! ¡Asistiré al culto de vuestras devociones! ¡Y prometo como todo electo, respetar a las secretarias, no abusar del cargo para movidas personales, no llevar litigios en horas de trabajo, ser considerado con los compañeros trabajadores, que aunque se desempeñan en labores de asistencia a los compañero oficinistas, por su dignidad y mi provecho personal hare lo que pueda.
Este parece ser el Testamento político a que aspiran muchos de los precandidatos en ciernes, esos que están al acecho de maldecir al gobierno, y desvirtuar los logros que aunque modestos se hacen patentes ante la opinión de las mayorías favorecidas.
El eterno resentido social el que en su magra existencia no tiene más que seguir con la jodarria política de adversar cualquier política social aunque sea beneficiosa para los que votaron por el Presidente, como también de aquellos que obedecieron a sus propios derroteros políticos y les otorgaron a sus parciales el voto para ser reelectos.
Viva la democracia pero no los vividores. Coman torrejas y buen provecho ahora que esta resguardado en la intimidad de su casa, y disfrutando de su familia verdadera, aunque extrañe a la amante preciosa que ha quedado sola y triste allá en San Salvador.
Leeme naiby y dame un gueso!!!!
me suena a aquel que usa trajes plateados y corbatas moradas
Todo en este país no funciona, ejemplo en esta crisis la SALA ordena por un tecnicismo ipso facto la libertad de un Arenero que desfalcó al estado $20 millones y no aplica la misma rigurosidad cuando ordena permitir el retorno de compatriotas varados