Hoy Winona Ryder cumple 50. La chica que deslumbró en los noventa, que fue una de las actrices más importantes de esa década, luego de algunos tropiezos perdió su lugar de privilegio en la industria. Fue la cara de una generación. Tenía todo: belleza, frescura, profundidad, talento, una dosis necesaria de peligro y misterio. Ya no le ofrecen grandes protagónicos ni su cara ocupa enormes marquesinas. Pero ella sigue de pie.
Winona Laura Horowitz nació el 29 de octubre de 1971 en Winona, una ciudad de Minnesota. Sus padres eran escritores, libreros anticuarios y editores. Creció rodeada de poetas, cuentistas y personajes claves de la contracultura. Su padrino fue Timothy Leary y su madrina Laura Huxley, la esposa de Aldous, el autor de Las Puertas de la Percepción. Las drogas y la experimentación siempre estuvieron presentes en su hogar. Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y Philick Dick eran otros de los amigos de los Horowitz.
Winona desde muy joven quiso actuar. Al principio no le resultó fácil. Cuando tenía 15 años un director de casting interrumpió su audición y le dijo que se fuera, que abandonara ya que no había nacido para eso. “No sos lo suficientemente linda. No tenés lo que hay que tener. No pierdas el tiempo y volvé al colegio”, la despidió. Ella siguió intentando. Cuando se enteró de que buscaban una joven actriz para Flor del Desierto (Desert Bloom) se filmó leyendo un fragmento de Franny y Zoe. No la eligieron pero el director quedó deslumbrado con esa joven lectora de Salinger (¿quiénes sino los jóvenes leen a Salinger?) y la convocó para Lucas, su siguiente película.
Su primer gran trabajo fue en Beetlejuice (que en España insólitamente se tituló Bitelchús), su despegue definitivo de la mano de Tim Burton. Después llegaría una seguidilla notable con El Joven Manos de Tijera, Heathers, Great Balls of Fire, el Drácula, Celebrity, Generación X (Reality Bites), Sirenas, La Edad de la Inocencia, Mujercitas, Aliens. En el medio, su fallida participación en El Padrino 3. Llegó hasta a Italia a filmar pero un colapso nervioso hizo que tuviera que ser reemplazada por Sofia Coppola (pero el director la eligió posteriormente para su Drácula). Tim Burton, Coppola, Jarmush, Scorsese, Woody Allen y productores de mega blockbusters la elegían. Fue nominada al Oscar dos años consecutivos y ganó un Globo de Oro. Parecía ser la actriz destinada a dominar Hollywood en las siguientes décadas.
Pero cuando había llegado a la cima empezaron los problemas. En realidad, estos habían comenzado bastante tiempo antes pero a partir de su consagración se difundieron.
En la premier de Great Balls of Fire, la biopic sobre Jerry Lee Lewis en la que interpretaba a la prima y esposa de 13 años del cantante, conoció a Johnny Depp. Fue amor a primera vista. Estuvieron tres años juntos. Un amor intenso y torrencial que se desarrolló bajo los ojos del público.
La pareja se terminó separando. Demasiadas tormentas diarias, presiones y exposición. Y demasiadas sustancias. Tim Burton llegó a afirmar que Johnny Depp no volvió a ser el mismo tras la separación. Desde el aspecto físico esa afirmación es irrefutable. En los comienzos de la relación se había tatuado en su brazo izquierdo la frase Winona Forever. Tras la ruptura, se hizo un tratamiento para borrar la sílaba na. El tatuaje quedó, entonces, como: Wino Forever (Borracho por siempre). Depp reincidió y tiempo después se tatuó la silueta de Amber Heard, de la que se separó con escándalo y graves denuncias cruzadas. Otra vez debió enmascarar un tatuaje.
Winona tuvo otros novios célebres. Matt Damn y Dave Pirner, el cantante de Soul Asylum, banda que en esos años había tenido un One Hit Wonder con Runaway Train.
El 12 de diciembre de 2001, Winona, una súper estrella en ese momento, paseaba por la tienda Saks Fifh Avenue de Beverly Hills. Llegó a la caja cargada. Tenía una funda con un vestido largo, algunas bolsas, una cartera. Pagó varias prendas de vestir. Sonrió mecánicamente debajo de un sombrero negro y caminó hacia la salida. Una vez que traspasó la puerta, dos guardias de seguridad del local se acercaron y le pidieron que les mostrara las compras. Ella como si no se estuviera dando cuenta de lo que sucedía mostró lo que había pagado. Los hombres inmutables le pidieron que les exhibiera el resto. De otra bolsa sacó varios pares de media, un cardigan, unas remeras y una cartera. Cuando le preguntaron de dónde habían salido esas cosas, ella dijo sin demasiada convicción que las había comprado en otro local. Simuló buscar el comprobante de pago pero no lo encontró. Lo que ella no sabía, lo que su brumosa mente de ese momento no podía comprender, era que la habían visto a través de los sistemas de seguridad tomar ropa y accesorios y cortar las etiquetas con una pequeña tijera que escondía en uno de sus bolsillos. Ya en una de las oficinas administrativas se hizo el inventario del robo. El valor de lo sustraído fue de alrededor de 5.400 dólares. Winona, por esa época, vivía muy cerca de allí en una mansión valuada en tres millones de dólares. La policía llegó a Saks casi de inmediato. La actriz fue detenida. Levantaron varios cargos contra ella: robo, fraude, tenencia de drogas legales pero adquiridas sin la debida prescripción médica. El juez fijó una fianza de 20.000 dólares que fue pagada de inmediato. El caso llegó a los medios. A sus portadas. Winona no dio declaraciones. Su abogado enfrentó a los periodistas. Dijo algunas vaguedades. Habló de malentendido, de que llegado el juicio aparecerían los comprobantes de pago de cada prenda y pidió que no atosigaran a su defendida, que todo se iba a aclarar a su debido tiempo.
Winona tomó la decisión de no hablar del tema. Prefirió que pasara el tiempo, no alimentar la usina de versiones y especulaciones, que los hechos se desplegaran solos siguiendo su propia dinámica. En los años siguientes se refirió al episodio en muy escasas ocasiones. Aún en las entrevistas recientes, los periodistas deben comprometerse a no sacar el tema para poder dialogar con ella.
Cuando habló dijo que la detención le vino bien, que fue como chocarse contra una pared. Ese impacto la hizo reflexionar y trabajar para cambiar. Se serenó y también logró dejar los tranquilizantes y analgésicos que tomaba sin parar y que la embotaban. Dijo que no sabía lo que estaba haciendo en esos años. Atravesaba una fuerte depresión. En una filmación se había fracturado el brazo, pero sus compromisos eran tantos que debió seguir adelante. Fue en ese periodo que se hizo adicta a los fuertes calmantes.
“La mayoría de la gente cree que en ese momento, en el del robo, se descalabró todo pero en realidad las cosas no venían bien desde hacía unos años. Es raro, pero en cierto sentido fue lo mejor que me pudo haber pasado. Necesitaba parar. Antes nunca me había preguntado qué pasaba si no actuaba. Y paré y descubrí que había vida sin las cámaras”, dijo en una de las pocas entrevistas en las que habló del tema hace un par de años.
El fiscal no aceptó ninguno de los tratos que propuso la defensa de la actriz. El juicio fue otro festival mediático. La condenaron a pagar lo robado a valores actualizados, una multa de 11.000 dólares, tres años de prisión en suspenso y debió realizar 480 horas de trabajo comunitario.
Esta faceta cleptómana de Winona generó un pequeño fenómeno. Un comerciante californiano sacó a la venta una remera que decía Free Winona (liberen a Winona). Debajo una silueta, como dibujado en stencil. Pero lo particular es que la Winona de la remera no era ella, sino una modelo de los años sesenta que el hombre confundió con la actriz. Para el comerciante era un hábito, casi un juego habitual cada vez que era arrestada una celebridad (ya lo había hecho entre otros con James Brown). Mandaba a imprimir unas cuantas remeras, las ponía a la venta en su local y se hacía de unos dólares. Pero en el caso de Winona le fue mejor todavía. Vendió unas 600. Si bien tras la detención ella no volvió a filmar por varios años, todavía tenía pendientes varios compromisos. El más importante era el lanzamiento de Mr. Deeds. Tuvo que atender a la prensa. La revista W. consiguió la exclusiva. El abogado penalista le prohibió referirse al tema ya que el juicio todavía estaba pendiente. Ella estaría en la tapa de la revista. Así que pese a no hablar del tema se le ocurrió una buena estrategia para llamar la atención: usó la remera de Free Winona. Ese gesto hizo que la tirada de W. se agotara y que la remera se convirtiera en un objeto de consumo masivo. Se vendieron decenas de miles de prendas pese a que la silueta impresa no fuera la de ella.
Después del episodio del robo todo cambió en su vida. Se acabaron los protagónicos, la persecución de los paparazzis se acentuó y se trató de sus adicciones. En 2002 tuvo que acompañar el lanzamiento de Mr. Deeds, la comedia protagonizada junto a Adam Sandler. Paradójicamente ese film significó su último gran protagónico y al mismo tiempo fue el que más recaudó en su carrera (empujado, claro, por el fenómeno Sandler). Pero no pudo aprovechar el envión de la taquilla.
Debió parar, bajarse del veloz mundo de Hollywood y tratar de sanar. Pero no sólo se trató de una decisión personal. Los estudios ya no confiaban en ella y en su conducta errática. Woody Allen que ya había trabajado con Winona en Celebrity, procuró contratarla para Melinda & Melinda. Había pensado en una gran dupla actoral: Winona y Robert Downey Jr. Pero los problemas personales de ambos lo hicieron imposible. Ninguna aseguradora quiso cubrir los posibles riesgos de que ese rodaje quedara inconcluso.
Durante el lustro siguiente Winona casi no apareció. Muchos apostaban que se había retirado o, algo peor, que el escándalo había fulminado su carrera. Pero de a poco con pequeñas apariciones y papeles secundarios regresó a las filmaciones. En algunos casos deslumbrando como en El Cisne Negro. También participó en varias series como Show me a Hero, La Conjura contra America basada en la novela de Philip Roth y, por supuesto, Stranger Things.
Sin embargo nunca logró recuperar el papel estelar que supo tener durante toda la década del noventa. Ella suele utilizar una cita de la película El Club de las Divorciadas: “Hay tres edades para las mujeres: diosa, fiscal general y Conduciendo a Miss Daisy”. Habla de las edades para las actrices en Hollywood y el estereotipo de los papeles que les ofrecen. Un artículo de la revista Forbes escrito por el periodista Scott Mendelson ahonda en la cuestión. Sostiene que las actrices para ser protagonistas de una comedia romántica o de acción deben ser jóvenes. Y que la edad de ellas es cada vez menor. Pero que no sucede lo mismo con los actores. Ellos pueden hacer películas de acción, románticas y de súper héroes con más de 50 años. Da el ejemplo de Keanu Reeves o de Robert Downey. Ellos siguen haciendo los mismos papeles pero sus coprotagonistas femeninas ya no. Es peor aún. Si cuando ellos tenían entre 30 y 35 años sus parejas en la pantalla tenían más o menos la misma edad, las actuales oscilan entre los 24 y los 28 años. Y los actores que en algún momento tuvieron problemas suelen tener segundas oportunidades (Downey es el caso más cabal) que a las mujeres se les niegan.
Winona dice que la edad no tendría que ser un tema de conversación pero que celebra haber llegado a la madurez. En el fondo, admite, ella siempre quiso ser grande. Su carrera y su vida personal se han vuelto menos vertiginosas. Todo ahora en su vida sucede en una escala más humana.