Mary Austin nació en 1951. Hija de un matrimonio pobre, su padre cortaba telas en una tienda y su madre era empleada en una pequeña compañía.
Conoció a Freddie Mercury en 1970, a partir de su trabajo en la mítica tienda Biba. Situada en el corazón de Kensington, a metros del teatro Royal Albert Hall y del clásico Harrods.
Bohemian Rhapsody, la película sobre la vida del genio del rock, arrojó algo de luz sobre la existencia de esta mujer que vive en Londres y hoy tiene 67 años. Y ahora se conoció que también la hizo millonaria: Austin ganó más de 51 millones de dólares en regalías por el film.
Austin se enteró tras la muerte de Mercury que había sido incluida en su testamento. Pero no como alguien más. Era la principal beneficiaria de la fortuna del líder de Queen. En mayo de 1992 se hizo público el documento. El músico había dispuesto que ella se quedara con la mitad de sus bienes y dinero. Eso incluía Garden Lodge, la megamansión donde Mary aún vive.
Austin tenía 19 años y Mercury 24 cuando se conocieron. Fue su amigo y ladero Brian May quien primero quedó encandilado por la belleza de la mujer. Hasta que Mercury le preguntó en confianza: «¿Vas en serio con Mary? ¿Puedo invitarla a salir?». May le dio el visto bueno y así comenzaron a amarse casi en silencio. La revelación fue hecha por el guitarrista en una entrevista dada en 2017.
Fueron seis los años que ambos vivieron juntos. Los años mágicos que haría que para el resto de su vida Mercury la considerara su «esposa», aunque nunca hubieran contraído matrimonio bajo la ley. En una ocasión, en 1975, estuvieron cerca de concretarlo, algo que la madre del artista, Jer Bulsara, deseó por siempre. Él le obsequió una sortija de jade y le pidió que se casara con él. Pero no prosperó.
En esos años, Mary descubrió el verdadero talento musical y el carisma que derrochaba sobre el escenario su compañero. Su amor. Pese al acoso del que era «víctima» la súper estrella, nunca dejó que ella se sintiera apartada de esos momentos de gloria.
Pero todo llegaría a un fin (a medias, parcial) un año después de que le ofreciera casamiento. Ese sexto año de convivencia fue en el que él le manifestó que era gay. En parte resultó una liberación.
Fue volver a ser sincero con él, pese a que amaba profundamente a Mary. Sin saber bien cómo enfrentar la situación, Mercury le dijo en un principio que era bisexual. Pero ella fue más directa y franca: «No, Freddie, no creo que seas bisexual. Creo que eres gay».
Continuaron juntos, pero esta vez no como una pareja. Freddie la quería aún cerca. La necesitaba todo el tiempo. Y ella lo seguía adorando. ¿Cómo no amar a ese ser humano talentoso, compañero y genial con quien había vivido seis años y con quien había aprendido tanto de la vida? Pasó de ser su «esposa» a ser su asistente personal. Al fin de cuentas, ¿en quién podría confiar más?
Mary era quien le sostenía la mano en su lecho de muerte. Fue quien sintió cómo se apagaba su vida aquel 24 de noviembre de 1991 en la mansión Garden Lodge, en Londres. Freddie (su Freddie) tenía 45 años.
Esa última compañía fue la que se llevó él al más allá. Cuando cerró sus ojos de forma definitiva allí estaba ella. Así lo quisieron ambos. La conmoción fue total. Causa de la muerte: una neumonía de la que no pudo escapar, como consecuencia de su debilitado cuerpo.