Una especie de chicle de hace casi 6.000 años aún conserva la marca de los dientes de quien lo mascaba. De ahí, un grupo de investigadores ha podido obtener ADN humano, pero también el de las bacterias que tenía en la boca. Es más, lograron identificar un virus que portaba y hasta lo que había comido antes de masticar esta goma de mascar milenaria. La chica (pues han podido determinar su sexo gracias a la genética) era morena de cabello y piel y de ojos claros. Los investigadores la llaman Lola.
Según la información recuperada por científicos de la Universidad de Copenhague, el consumidor de aquella variante primaria de chicle fue una mujer que estaba genéticamente más relacionada con los cazadores-recolectores occidentales de Europa continental que con los cazadores-recolectores del centro de Escandinavia.
Es lo que han comprobado con una extraña piedra hallada en el yacimiento arqueológico de Syltholm, en el sur de Dinamarca. Enterrado bajo una capa de lodo que ha ayudado a su preservación, los arqueólogos identificaron un grumo de brea o alquitrán de abedul de entre 5.858 y 5.660 años de antigüedad. Ya en el Paleolítico, los antiguos humanos usaban esta resina obtenida de la quema de la corteza de este árbol. Por su presencia en las juntas de armas y herramientas, debían de usarlo como adhesivo. En varias de estas piedras negras halladas en el norte de Europa se han encontrado marcas de dentadura, por lo que debían de mascarlo para ablandarlo.
El análisis de esas muescas ha permitido ver que contenían mucha información genética. En una investigación publicada en Nature Communications, los científicos que estudiaron esta goma de mascar hallaron suficiente cantidad de ADN humano como para secuenciar el genoma completo del individuo. De su lectura, concluyen que la persona que masticaba la resina de abedul debió ser una mujer y, por su perfil genético, tendría la tez y el cabello oscuros, mientras que los ojos serían claros.
«La brea de abedul se usaba sobre todo en la manufactura de herramientas de piedra, pero también la podrían haber utilizado para aliviar el dolor de muelas, ya que tiene propiedades antisépticas y antibacterianas», comenta el profesor de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio, Hannes Schroeder.
Este chicle de hace 6.000 años no es el primero que han encontrado en esta zona del planeta. En 2007, una investigadora británica halló en Finlandia una muestra de esta resina de abedul con marcas de dientes humanos, pero entonces no había la tecnología para analizar la presencia de ADN humano. Lo encontraron un grupo de investigadores suecos en tres piezas, cuyo rastro genético pertenecía a dos hombres y una mujer, en un yacimiento de Huseby-Klev, en la costa oeste de Suecia, resultados publicados en abril pasado.
al concentración de chicles con muescas humanas no le parece extraordinaria a la investigadora de la Universidad de Uppsala (Suecia) y principal autora del descubrimiento de la primavera pasada Natalija Kashuba: «Hasta ahora se han dado a conocer un total de 4 muestras de ADN, nuestro trabajo con tres muestras de chicle (y 3 individuos) y esta de Dinamarca. Creo que simplemente ha habido tanto un interés por parte de la comunidad arqueológica como la disponibilidad de laboratorios de ADN antiguo para realizar el análisis de estas gomas de mascar prehistóricas. Ha sido una combinación de muestras bien conservadas, curiosidad científica y, claro, algo de suerte».