En medio de una inusitada manifestación dentro de la Cámara del Senado y con 50 votos a favor contra 48, Brett Kavanaugh logró ser confirmado como magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
El ajustado resultado final, por solo dos votos de diferencia, y todo el desgarre del proceso de confirmación, rematado con acusaciones de agresión sexual supuestamente cometidas por el candidato en sus tiempos estudiantiles, son signos del tiempo hiperpolarizado que vive la sociedad estadounidense cada vez más irreconciliablemente escindida entre liberales y conservadores.
Decenas de manifestantes se colaron entre el público que asistía al procedimiento desde los balcones de la cámara y cuando el vicepresidente Mike Pence -quien preside el Senado y cuyo voto podría haber hecho falta para destrabar un eventual desempate- convocó a la votación empezaron a proferir gritos contra Kavanaugh y los senadores que le apoyaron.
No son usuales este tipo de manifestaciones dentro del edificio del Capitolio y muy pocas veces una votación, por debatida que haya sido, se ha visto alterada por cánticos y gritos de grupos activistas. La policía del Capitolio inmediatamente los saca del recinto y los pone bajo arresto, algo que ha caracterizado el proceso en torno al nuevo magistrado.
Pero la de Kavanaugh es una figura que suscitó polémica desde que fue nominado por el presidente Donald Trump,
Apenas pasada la votación, el presidente felicitó al Senado y a su candidato en un mensaje en su cuenta Twitter y anunció que será juramentado en las próximas horas.
Kavanaugh tomará el escaño que dejó vacante con su renuncia Anthony Kennedy.
Al sustituir a Kennedy, considerado el voto oscilante dentro del tribunal, el nuevo magistrado promete reforzar el bloque de jueces conservadores y potencialmente frenar y hasta revertir derechos que son preciados para los liberales, como el del aborto o garantías para la comunidad LGBT.
Para toda la vida
Con 53 años de edad y ratificado en un trabajo que podrá ejercer hasta su muerte, Kavanaugh tendrá oportunidad de dejar su sello en las futuras decisiones de la Corte Suprema.
Como sus ahora colegas Clarence Thomas, Samuel Alito y Sonia Sotomayor estudio leyes en la prestigiosa Universidad de Yale.
Ahora reemplaza a Kennedy, el magistrado del que fue asistente en 1993, igual que el primer nominado de Trump, Neil Gorsuch.
Su llegada al cargo tampoco fue sencilla. Fue nominado en 2003 por el presidente George W. Bush, en cuya presidencia trabajó, primero como asesor legal y luego como secretario de gabinete.
Pero no fue sino hasta 2006 que fue confirmado por el Senado, luego de que demócratas y republicanos resolvieran el impasse que mantuvo detenido el nombramiento de varios jueces propuestos por el presidente republicano.
Antes de llegar a la Casa Blanca, Kavanaugh trabajó en el equipo de la fiscalía especial que investigaba al presidente Bill Clinton y que terminó recomendando su procesamiento político en el Congreso acusado de haber mentido sobre su relación con la becaria de la presidencia Monica Lewinsky.
La virulencia liberal mostrada en el proceso de confirmación del ahora magistrado y el empeño conservador de concretarlo lo más rápidamente posible, incluso ignorando las acusaciones de agresión sexual que se presentaron en su contra, se explica por la importancia que representa para el llamado ‘equilibrio ideológico’ de la corte.
Con Kavanaugh, Trump tiene la oportunidad de reforzar el bloque conservador del tribunal y considerando que podría ejercer la presidencia hasta 2025, de ganar la reelección, es posible que tenga la responsabilidad de nombrar otros jueces al Supremo.
Mientras tanto, el presidente está conformando tribunales menores con fuerte acento conservador, el objetivo preciado de los conservadores de las últimas décadas.
Los que desconfían de Kavanaugh creen que el derecho al aborto consagrado por la decisión de 1973 conocida como Roe vs Wade podría estar en peligro.
Aunque es poco probable que la sola llegada del nuevo magistrado vaya a significar que una decisión tan fundamental, preciada por los liberales y detestada por los conservadores, vaya a ser revertida rápidamente. Lo que si podría suceder es que la corte sea más proclive a autorizar a los estados a adoptar leyes que restrinjan el derecho sin llegar a prohibirlo del todo.