Oscar Larrainzar, quien hablaba para The New York Times tras salir de una consulta de seguimiento con sus médicos, ha sido el receptor del primer trasplante de vejiga del mundo. Una operación que ha requerido de una cuidadosa preparación por parte de médicos, investigadores y cirujanos de la Universidad de California en Los Ángeles. Liderando el proyecto, los cirujanos Inderbir Gill y Nima Nassiri, afirmaron que la operación había sido un éxito tal que podría considerarse un sueño hecho realidad para cualquier cirujano.
Pero no sólo la operación fue un éxito, sino que el seguimiento postoperatorio también indujo a los médicos a pensar que, efectivamente, en aquel quirófano se acababa de realizar una hazaña que pasará a los anales de la medicina.
Como explicaba el doctor Nima Nassiri: «El riñón produjo inmediatamente un gran volumen de orina, y la función renal del paciente mejoró de inmediato. No hubo necesidad de diálisis después de la operación, y la orina drenó correctamente en la nueva vejiga». Es decir que, a partir de la intervención, Oscar podría ir al baño como cualquier otra persona, algo que no podía disfrutar desde que cuatro años antes le extirpasen gran parte de la vejiga por un cáncer.
El impresionante avance médico realizado en el interior de Oscar es el resultado de varias décadas de avances médicos. Desde la cada vez más precisas herramientas quirúrgicas, hasta la experimentación previa que ha permitido conocer al detalle la anatomía del sistema urinario. En este caso, mayor problema a la hora de plantear un trasplante de vejiga habían sido los numerosos vasos sanguíneos que irrigan la zona, que forman un entramado de canales que llevan la sangre al órgano.
Cuando se va a realizar una extirpación de la vejiga, como le había ocurrido a Oscar varios años atrás, es importante cortar y cauterizar todas las venas y arterias para evitar que el paciente pierda mucha sangre. Pero cuando se va a realizar un trasplante, no solo hay que pensar en la pérdida de sangre, sino que hay que aplicar conocimientos de «fontanería biológica» para conectar los vasos sanguíneos del órgano trasplantado con los del paciente. Que esta parte del procedimiento salga bien es vital a la hora de lograr el éxito de la intervención.
Por estos motivos los cirujanos habían estado practicando la técnica durante varios años. Primero comprobaron que era posible con ratones, luego vieron la viabilidad en animales mayores con cerdos y, finalmente, depuraron las técnicas concretas para humanos con personas con muerte cerebral que habían donado su cuerpo a la ciencia. En este último paso los cirujanos practicaron autotrasplantes, es decir, una extracción de la vejiga y su posterior reconexión en el mismo cuerpo.
Sin aquellas prácticas anteriores, lo más probable es que Oscar no siguiese con vida. Afortunadamente, todo fue bien, y en la actualidad se encuentran buscando más pacientes que requieran de esta intervención pionera para seguir devolviendo la esperanza a más personas que, previamente, habían sido desahuciadas por el sistema sanitario.
