Un hallazgo escalofriante conmocionó a la ciudad de Río de Janeiro este martes 28 de octubre, luego que vecinos de las favelas de Penha y Complexo do Alemão encontraron más de 60 cuerpos tras un operativo policial de gran escala contra la facción criminal Comando Vermelho. La cifra total de muertos vinculada a la operación podría superar los 120, según reportes locales y testimonios de residentes.
La intervención bautizada como «Contención», la más grande y letal en la historia reciente del estado, movilizó a cerca de 2,500 agentes de policía, dejó 81 detenidos y provocó el cierre temporal de escuelas y hospitales en las zonas afectadas. Helicópteros, vehículos blindados y bloqueos viales marcaron el despliegue que las autoridades describen como un combate directo a “narcoterroristas”.
Organismos internacionales expresaron su “preocupación” ante la magnitud de la operación. La oficina de Derechos Humanos de la ONU calificó los hechos de “horror” y solicitó una investigación inmediata e independiente sobre las muertes, especialmente tras el hallazgo de cadáveres por parte de los propios vecinos, que fueron acumulados en las calles por familiares.
El gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, defendió el operativo como parte de la lucha contra el crimen organizado, mientras que la comunidad internacional exige explicaciones sobre el número de víctimas y las condiciones en las que ocurrieron los enfrentamientos. La situación ha dejado a la ciudad en estado de alerta debido al uso de la fuerza en las operaciones policiales dentro de barrios vulnerables que buscan combatir al narcotráfico
Algunos analistas han expresado que estas acciones son un mecanismo para demostrar que existe combate interno al narcotráfico, principalmente ante la tensión entre Estados Unidos y Brasil; y es que las sanciones económicas estadounidenses, incluidas tarifas del 50 % sobre importaciones brasileñas, además de amenazas de intervención vinculadas a la lucha antinarcóticos, ha puesto en alerta al país. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha advertido que Brasil “no aceptará injerencias o instrucciones de nadie” y que la defensa de su país es asunto exclusivamente brasileño.










