En la frontera con Estados Unidos, un migrante guatemalteco llegó con una herida de bala en la cabeza, por lo que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), tomó la iniciativa de darle ibuprofeno, haciendo caso omiso a su grave lesión según ha reportado el diario The Guardian.
El afectado de nombre, Rolando, de 27 años, es un sobreviviente de una balacera en Guatemala, pero este hecho le dejó severos dolores de cabeza, así como pérdida del conocimiento.
Es muy probable que sufriera ya hemorragias cerebrales cuando se presentó en el punto de entrada de San Ysidro, en la frontera entre México y Estados Unidos, a principios de este año, según el citado diario.
Estuvo bajo custodia dos meses, parte de ellos en confinamiento solitario, por razones que el diario no explica, en el centro de detención de Otay Mesa, en San Diego (California), y con acceso esporádico a personal médico, de acuerdo con los registros de su detención.
Cada vez que pedía la ayuda de un médico, las autoridades de inmigración de ese centro de detención respondían ofreciéndole ibuprofeno.
“Creí que iba a morir”, ha dicho Ronaldo, quien prefirió no dar su apellido debido a amenazas de muerte en su contra, ha informado el diario. “Pensé que en este país había buena atención médica”, agregó, “pero no estaba recibiendo ningún tratamiento”.
La lengua materna de Rolando es el q’eqchi, un lenguaje maya que se usa en Guatemala y Belice, pero el hombre se comunica con su abogado en español ya que ese fue el idioma que lo forzaron a usar durante su detención.
Luego de ser dejado en libertad por ICE, Rolando continúa su lucha por permanecer en el país con una solicitud de asilo basada en la tortura física y la persecución que dice haber sufrido como indígena en Guatemala.
“Vine a Estados Unidos porque me gustaría al menos llegar a los 30”, ha indicado.
El padre de Rolando fue un militar que renunció para apoyar el movimiento pro indígena. Lo mataron por ello poco después del nacimiento de Rolando. La madre falleció a causa del trauma, y Rolando quedó huérfano con tan solo 1 año.
Vivió en la indigencia y fue objeto de varios ataques violentos, según cuenta, por parte de personas involucradas en el asesinato de su padre. Cuando acudió a la policía a pedir ayuda, fue torturado. De acuerdo con su solicitud de asilo, le quemaron los brazos con cuchillos calientes, y le colocaron tornillos en una mano y un pie.
En 2016, le dispararon en la cabeza y le dejaron una nota con una amenaza de muerte relacionada con la muerte de su padre. Sobrevivió, pero tuvo que esconderse, y no pudo recibir atención médica.
Rolando ha dicho que él mismo se removió la bala de la cabeza, y cuando contactó a la policía de nuevo, lo agredieron y se rehusaron a ayudarlo.
“No me queda nadie”, ha afirmado, “darme una oportunidad de quedarme acá es darme una oportunidad de permanecer vivo”.
Fue así como Rolando se unió a una de las caravanas de migrantes el año pasado que lo llevo a Tijuana, México, donde también fue golpeado. En febrero de este año cruzó la frontera y fue detenido.
Registros con más de 150 páginas han mostrado que Rolando tuvo crisis de salud y que pidió ayuda en repetidas ocasiones durante sus dos meses bajo tutela de las autoridades migratorias.
ICE le dejó en libertad luego de que pagara una fianza de 5.000 dólares con la ayuda de Al Otro Lado, una organización sin animo de lucro que presta servicios legales a migrantes.
Ahora lleva un grillete en su tobillo hasta conocer el resultado de su solicitud de asilo. ICE ha declinado comentar este caso por razones de privacidad.