Las elecciones en México hoy alumbrarán un hecho histórico: por primera vez una mujer llegará a la Presidencia. Si se observan los últimos sondeos tiene más posibilidades Claudia Sheinbaum que Xóchitl Gálvez en suceder a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero la opinión pública y los comicios generales no son una ciencia exacta.
La agenda doméstica en México está atravesada por la violencia cotidiana, la migración indocumentada y la situación económica. Sheinbaum y Gálvez reciben la herencia de AMLO y tienen estrategias distintas para resolver estos tres asuntos de Estado que condicionan a la opinión pública.
Si gana la candidata de la Alianza “Sigamos haciendo historia”, sus posibilidades de plantear reformas internas serán más amplias que en caso de un triunfo de la representante de la coalición “Fuerza y corazón por México”.
Sheinbaum aguarda un importante triunfo en las cámaras legislativas que renuevan 128 senadores y 500 diputados. Y eso le daría apalancamiento político para sancionar en el Congreso un paquete de leyes que abordarían los tres asuntos -violencia, migración y economía- que más preocupan a la sociedad mexicana.
La política doméstica de México es impactada por su relación bilateral con Estados Unidos. Ambos países comparten un Tratado de Libre Comercio -junto a Canadá- y una larga y porosa frontera de 3.152 kilómetros de extensión, que es protagonista en la economía bilateral, en las cuestiones de seguridad y en la constante migración indocumentada que se inicia al sur de América Latina.
A diferencia de AMLO, que compartía todos los intereses geopolíticos de la Casa Blanca, Sheinbaum considera que no se puede aceptar la relación con Estados Unidos a libro cerrado. Si finalmente llega al poder, la candidata nacida y criada en Morena propondrá a Washington nuevas reglas de juego en su sociedad regional.
Cuando Sheinbaum explica a su círculo más cerrado que se debe negociar con Estados Unidos todos los asuntos estratégicos, la mirada está puesta en la migración indocumentada, la seguridad interna y los delitos trasnacionales, y la tendencia firme del Nearshoring, que implica la instalación de empresas de distintos capitales en México.
Biden estudia un cierre de fronteras alegando motivos de seguridad nacional, una hipótesis de trabajo con fuerte olor electoral que se anunciaría en las próximas semanas. La probable sucesora de AMLO resiste esta eventual orden ejecutiva del presidente demócrata, y no dudará en plantear el asunto cuando toque hablar con Biden.
“Esa va a ser y va a seguir siendo nuestra posición, que es cooperación para el desarrollo. Que haya un apoyo a México, pero principalmente a Centroamérica y a otros países en donde hay migración para llegar a Estados Unidos”, sostuvo la candidata oficialista.
En la declaración oficial queda explícita su posición política: no es necesario cerrar la frontera, alcanza con que la Casa Blanca establezca un mecanismo de cooperación para que los migrantes de la región opten por quedarse en sus países de origen en lugar de probar fortuna en Estados Unidos.
Desde esta perspectiva, Sheinbaum cree que es mejor articular una política común con Estados Unidos que aceptar a libro cerrado una orden ejecutiva que defina Biden junto a Jake Sullivan, su propio consejero de Seguridad Nacional.
La situación en la frontera no sólo es un asunto crucial por la migración indocumentada y su impacto en ambos países. El tráfico de Fentanilo es un tema que afecta a la sociedad de Estados Unidos por la cantidad de muertos que causa y por la influencia que concede a las bandas que operan desde territorio mexicano.
Este derivado sintético del opio -más poderoso que la heroína y la morfina- mata a miles de jóvenes estadounidenses al año y es una cuestión que afecta las relaciones entre Washington y Beijing. China es el principal fabricante del fentanilo y hace muy poco para evitar que llegue a México como paso previo a Estados Unidos.
Sheinbaum tiene intenciones de definir su propia estrategia y acordar puntos en común con la Casa Blanca, si hoy gana los comicios presidenciales. Esta voluntad política, como así también su perspectiva sobre la migración y la seguridad nacional, ya es conocida por la administración Biden y por ciertos referentes del partido Republicano que podrían integrar un eventual gobierno de Donald Trump.
La posición de la candidata -que ya es conocida en la Casa Blanca- implica que no pondría ninguna barrera legal a China, pese al conflicto geopolítico que enfrenta con Estados Unidos. A Sheinbaum le interesan las inversiones, y si Beijing acerca fondos frescos, ella diría que sí en un primer momento.
En Estados Unidos, Europa y América Latina hay una pregunta que todavía no tiene respuesta. Se vincula al grado de independencia política que ejercerá Sheinbaum respecto a AMLO. No se trata de la perspectiva ideológica, sino de los matices que podrían darse en el ejercicio del poder.
La posible presidenta y su antecesor exhiben idéntica mirada sobre el rol del Estado, pero puede darse un escenario de divergencia sobre la energía renovable, el impacto del Cambio Climático, la agenda de igualdad de genero y la necesidad de viajar al exterior para consolidar las relaciones diplomáticas y describir el programa de Gobierno.
Sheinbaum puede ser la primera mujer en llegar a la Presidencia de México, y no desea quedarse sólo con ese título formal. Pretende marcar una huella, y asume que para coronar esa aspiración necesitará un agenda de Gobierno que se diferencia -en ciertos temas- de la hoja de ruta que trazó AMLO.
La candidata, si gana hoy, tendrá seis años para alcanzar su sueño personal y político.