Las esperanzas de la llamada «ola azul» están puestas en una generación famosa por no acudir a las urnas, pero que este año parece querer cambiar las estadísticas.
En su ofensiva para hacerse con el control del Congreso estadounidense, el Partido Demócrata aspira a movilizar a un segmento clave: el voto joven. En la campaña a las elecciones legislativas del próximo martes, organizaciones apartidistas, famosos y políticos han impulsado un sinfín de iniciativas para llevar a las urnas a los menores de 30 años, que suelen ser más cercanos a los progresistas pero participan poco en este tipo de comicios. Los republicanos controlan las dos Cámaras, pero los sondeos apuntan a que perderán por un margen estrecho una de ellas, lo que bloquearía la agenda del presidente Donald Trump.
En el último catálogo de Levi’s, una joven modelo afroamericana luce una camiseta con los colores de la bandera de Estados Unidos y estampada en letras negras la palabra VOTE. La prenda de 25 dólares está agotada. La anécdota revela uno de los retratos de la campaña a las legislativas: los esfuerzos fuera de la política para alentar el voto el 6 de noviembre. Los primeros indicadores -nuevos votantes registrados y voto anticipado- apuntan a que los jóvenes están respondiendo. Además, una de las cifras récord de estas elecciones son los 700 candidatos millennials, con edades entre los 22 y los 37 años. La gran mayoría son demócratas.
Al margen de renovar la Cámara de Representantes y el Senado en Washington, se votan numerosos cargos locales y estatales. Las esperanzas de los demócratas están puestas en la generación famosa por no aparecer en las urnas: en las elecciones legislativas de 2014, solo votó uno de cada cinco menores de 30 años.
Cuatro años después, un 40% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años aseguran que votarán “definitivamente” el próximo martes, según una encuesta difundida esta semana por la Universidad de Harvard. De cumplirse, sería una de las mayores participaciones en décadas de jóvenes en legislativas. La encuesta apunta, además, a que los demócratas (41%) tienen el doble de apoyo que los republicanos (21%), mientras un 35% se declara apartidista o independiente.
“Tengo muchos amigos que nunca se habían interesado por la política y que ahora van a votar”, comenta Michael Bracken en el campus de su universidad, la George Mason, a las afueras de Washington. Bracken considera clave para la movilización del voto joven que los programas de humor en televisión hayan sido muy críticos con Trump.
En las presidenciales de 2012, el 60% de los jóvenes apoyó al demócrata Barack Obama; y en las de 2016, el 55% a Hillary Clinton. Eso no fue suficiente, sin embargo, para que la ex primera dama derrotara a Trump. Históricamente, el partido del presidente suele sufrir en sus primeras legislativas. Trump ha convertido los comicios en un referéndum sobre él y los demócratas confían en que su impopularidad entre los jóvenes (68%) sea determinante. En la encuesta de Harvard, un 65% de los menores de 30 años se declaran preocupados por el futuro. Sus mayores temores son la inmigración, el empleo, la gestión de Trump y la sanidad.
El contexto también es favorable. Por primera vez en cuarenta años el electorado joven (32%) será mayor que el de los baby boomers (30%), los nacidos entre 1946 y 1964. Sin embargo, un viejo problema preocupa a los candidatos: a pesar de que la mayoría de los millennials se identifica con propuestas progresistas, existe una desconexión entre el establishment del partido y su ideología, como quedó demostrado en las últimas presidenciales donde solo la mitad de los jóvenes ejerció su derecho a voto. Por ejemplo, en el sondeo de Harvard, un 39% de los jóvenes apoya el socialismo democrático, que promueven un reguero de candidatos al margen del Partido Demócrata, y políticas que el aparato del partido no respalda, como un sistema de sanidad universal gratuita.