La creciente desconexión entre el financiamiento, los intereses institucionales y las verdaderas necesidades de desarrollo exige una transformación urgente en el sistema multilateral.
El sistema de desarrollo de las Naciones Unidas, compuesto por más de 35 entidades, enfrenta una crisis estructural que amenaza con volverlo cada vez más irrelevante. A pesar de haber sido concebido como un motor para el progreso global, hoy presenta síntomas de fragmentación, duplicidad de funciones y escasa coordinación.
Desde sus orígenes, la expansión de las agencias de la ONU se ha basado más en las preferencias de los países donantes que en un plan estratégico. Este crecimiento desordenado ha dado lugar a una red burocrática donde los organismos compiten por financiamiento, responden a sedes lejanas y ejecutan proyectos muchas veces redundantes. Esto ha derivado en un sistema torpe y poco eficiente que rara vez se somete a evaluaciones serias de impacto o relevancia.
A lo largo de las décadas, diferentes voces han propuesto reformas, pero las resistencias internas y el clientelismo han frenado cualquier intento significativo de transformación. Hoy, sin embargo, la presión es mayor. La desconexión entre las fuentes de financiamiento y las verdaderas prioridades de desarrollo ha dejado al descubierto las limitaciones del modelo actual.
Aunque el sistema de la ONU aún tiene valor, especialmente en la generación de normas y datos clave como los del IPCC o el Informe sobre Desarrollo Humano, gran parte de su producción de conocimiento ya está disponible en otras fuentes. Además, en el plano operativo, muchos proyectos responden más a intereses individuales que a las necesidades de los países beneficiarios.
Frente a este panorama, la reestructuración debe ir más allá de recortes presupuestarios. Es necesario fortalecer las áreas en las que la ONU tiene ventajas comparativas reales y eliminar aquellas donde compite consigo misma o con organismos externos más efectivos.
La sostenibilidad y relevancia del sistema multilateral dependen de una reforma que priorice la eficacia, la coordinación y el verdadero impacto en el desarrollo global.