Es una sensación de estrés laboral extremo que lleva mucho tiempo incrustado en el léxico cultural y ahora también podría aparecer en tus registros médicos: El agotamiento o “burnout” es ahora un diagnóstico médico legítimo, según la Clasificación Internacional de Enfermedades, ICD-11, del manual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que guía a los proveedores médicos en el diagnóstico de enfermedades.
El agotamiento ahora aparece en la sección de la ICD-11 sobre problemas relacionados con el empleo o el desempleo. De acuerdo con el manual, los médicos pueden diagnosticar a alguien con agotamiento si presentan los siguientes síntomas:
- Sensaciones de merma de energía o extenuación;
- Mayor distancia mental hacia el trabajo o sensaciones negativas o de cinismo relacionados con el trabajo;
- Eficacia profesional reducida.
Antes de dar el diagnóstico, los médicos primero deben descartar el trastorno de adaptación, así como la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo. Y el diagnóstico se limita a los entornos de trabajo y no debe aplicarse a otras situaciones de la vida.
Un estudio de décadas
El agotamiento ha sido durante mucho tiempo un concepto cultural borroso que ha desafiado los intentos de crear una definición de consenso específica en la que todos los científicos puedan estar de acuerdo.
El psicólogo Herbert Freudenberger es considerado el iniciador del estudio formal del estado de agotamiento con un artículo científico publicado en 1974, según una revisión de 2017 de trabajos publicados en la revista SAGE Open.
Los autores de esa revisión, Linda y Torsten Heinemann, dicen que durante las siguientes cuatro décadas, aparecieron cientos de estudios sobre el tema. Durante ese tiempo, notaron que el agotamiento no se consideraba un trastorno mental real a pesar de que es “uno de los problemas de salud mental más discutidos en la sociedad actual”.
Una razón para eso, sostienen los Heinemann, es que gran parte de la investigación sobre el agotamiento se centró en “causas y factores asociados”, en lugar de en intentos de desarrollar criterios diagnósticos específicos. Eso llevó a la “vaguedad y ambigüedad” en torno al concepto de agotamiento.
En su revisión, señalan que la cuestión de si los investigadores podrían diferenciar la depresión y el agotamiento también fue un obstáculo importante para elevar el agotamiento a una enfermedad.