Liliana Campos, alias «La Madame», de 42 años, llegó desafiante a su cita con la Justicia. A las decenas de medios que allí esperaban, les sonría y les hacía gestos obscenos. También amenazaba con revelar nombres de clientes poderosos, de empresarios y políticos.
Una jueza le dictó medida de prisión preventiva en el centro carcelario por los delitos de trata de personas, concierto para delinquir e inducción a la prostitución.
Para la Fiscalía colombiana, entre los delitos que se le imputan, el más grave es el de trata de personas. Según los investigadores, La Madame hacía de las las mujeres una mercancía y estas debían «atender los deseos sexuales de los turistas que llegaban a esta capital (Cartagena)».
Campos era la cabeza de una red de proxenetismo, la más grande de Colombia, que tenía dos inmuebles como centros de operaciones en la ciudad caribeña, donde las mujeres, muchas de ellas menores de edad, eran vigiladas con cámaras de seguridad.
Durante la audiencia, la Fiscalía expuso cómo operaba La Madame: «Buscaba mujeres en las zonas o barrios vulnerables de la ciudad para ser trasladadas en yates a la zona insular de Cartagena, donde asistían a fiestas y bacanales en donde se consumía alcohol y drogas».
Además, a través de los catálogos que ofrecía, contactaba a personas en los Estados Unidos para fiestas en las Bahamas y otros destinos en el Caribe insular, informó el diario El Heraldo.
Por otra parte, durante la audiencia, se reveló que David Campos, esposo de La Madame, también era parte de la red proxenetismo, al igual que un extranjero, cuya nacionalidad se desconoce, que servía como traductor y dos hombres que, entre otras labores, servían como capitanes de yates en las fiestas sexuales.
La Fiscalía presentó más de 70 mil audios interceptados en los que se prueban cómo operaba la red. En estos, por ejemplo, La Madame les explicaba a las mujeres cómo debían de comportarse cuando ingresaran a otro país. Y si alguna de las prostitutas tenía algún problema jurídico en el extranjero, la organización delictiva era tan sofisticada que contaba con abogados en Miami, Panamá y México.
La Madame salió de la audiencia casi como entró, sin la sonrisa socarrona pero de nuevo haciendo gestos obscenos con su mano a las cámaras y diciendo que no soportaba ni podía tolerar los delitos que se le imputaban.