Cada Viernes Santo, entre las decenas de alfombras que adornan las calles empedradas de Antigua Guatemala, una destaca por su originalidad, color y profundo simbolismo: la elaborada con verduras y hortalizas frescas por la familia Acajabón. Ubicada sobre la calle El Desengaño, frente al parque San Sebastián, esta obra efímera se ha convertido en un atractivo imprescindible de la Semana Santa antigüeña.
Este año, la alfombra fue dedicada a Marino Paol Acajabón, y como en cada edición, logró detener a cientos de visitantes nacionales y extranjeros que no solo la admiraron con devoción, sino que la fotografiaron desde todos los ángulos, fascinados por su colorido y meticuloso diseño. La creación combina elementos como zanahorias, cebollas, pimientos, rábanos, repollos, güisquiles, rábanos y mazorcas de maíz, cuidadosamente colocados para formar imágenes religiosas de gran detalle.
A diferencia de las tradicionales alfombras de aserrín o sal teñida, esta propuesta vegetal transmite un mensaje de conexión con la tierra, respeto por la naturaleza y dedicación artesanal. La familia Acajabón ha mantenido viva esta tradición por generaciones, invirtiendo largas horas durante la noche previa al Viernes Santo para ensamblar pieza por pieza con precisión y armonía.
Reconocida por su creatividad y el uso inusual de materiales comestibles, esta alfombra no solo es una manifestación de fe, también representa valores como la solidaridad, el trabajo en comunidad y el arte como medio de expresión espiritual. Sin duda, una de las joyas visuales más admiradas de la Semana Mayor en Antigua Guatemala.






