La indignación popular en Indonesia escaló, tras conocerse que los 580 legisladores de la Cámara de Representantes recibirán un aumento del 33% en sus salarios, lo que elevará sus ingresos a cerca de 14.000 dólares mensuales, una cifra desproporcionada frente a los sueldos de millones de trabajadores que apenas alcanzan el 3% de ese monto.
La decisión encendió la chispa de protestas que, en cuestión de días, se transformaron en disturbios violentos. En Makassar, capital de la provincia de Sulawesi del Sur, una turba incendió el parlamento local, dejando al menos tres muertos y cinco heridos. Algunos de los afectados sufrieron quemaduras, mientras que otros resultaron lesionados al lanzarse desde el edificio en llamas para salvar sus vidas.
Los disturbios se replicaron en otras ciudades como Bandung, Surabaya y Bali, donde grupos enfurecidos atacaron instalaciones gubernamentales y policiales. En Yakarta, la capital, incluso fue saqueada la casa del diputado Ahmad Sahroni, recordado por haber calificado como “las personas más estúpidas del mundo” a quienes pedían la disolución del Congreso.
La magnitud de la violencia obligó al presidente Prabowo Subianto a cancelar un viaje oficial a China y concentrar sus esfuerzos en contener la crisis. Mientras tanto, embajadas extranjeras han emitido alertas de seguridad a sus ciudadanos, advirtiendo sobre el riesgo de nuevas manifestaciones masivas.