«Vote para que Colombia no sea otra Venezuela». Ese es el mensaje que se lee en un cartel gigante en la autopista que une a Medellín con el aeropuerto José María Córdova.
Aquella valla, que también se puede ver en otras ciudades colombianas, promueve el voto por una de las candidaturas presidenciales y hace una alusión clara a otra de ellas.
Se trata de un mensaje a favor de la postulación de Iván Duque, candidato del partido del expresidente Álvaro Uribe, y que ataca a su contrincante de izquierda Gustavo Petro.
Ambos aparecen en los primeros lugares de las encuestas y son los dos extremos del abanico ideológico existente en los comicios que se celebrarán este 27 de mayo.
Mucho antes de que se confirmaran las candidaturas, políticos de otros frentes se esforzaron por relacionar a Petro con el denominado «castrochavismo» y con Venezuela.
Todo con el fin de que en Colombia se mantenga una tendencia histórica y que un proyecto considerado de izquierda no llegue al poder en ese país.
Tradición que distingue claramente a Colombia del resto de las naciones de Sudamérica en las que, con sus diferencias y contradicciones, sí llegaron al poder presidentes izquierdistas.
¿Por qué nunca?
Los expertos consultados por BBC Mundo identifican varias razones por las que a la izquierda no le fue tan bien históricamente.
Entre ellas están lo arraigadas y cerradas que son las élites políticas en este país o el largo conflicto armado con guerrillas que sí levantaron las banderas del socialismo.
También apuntan al carácter conservador de parte de la sociedad colombiana y episodios puntuales como el asesinato de líderes considerados progresistas.
Esos motivos, sumados a otras peculiaridades de Colombia, propiciaron que en este país no se vivieran revoluciones como las de México (1910) o Bolivia (1952) y no llegaran a la presidencia líderes como el argentino Juan Domingo Perón, el chileno Salvador Allende o el venezolano Hugo Chávez, salvando las diferencias enormes entre todos ellos.
«Colombia es un país que sin duda tiene miedo a la izquierda. Toda esta campaña ha girado en torno al miedo que produce que alguien de izquierda entre al poder y directamente relacionado con que nos convirtamos en Venezuela y con el ‘castrochavismo'», explicó a BBC Mundo el politólogo Nicolás Díaz-Cruz.
El experto, que es director de la organización promotora de participación democrática e innovación digital Seamos, con sede en Bogotá, añade que lo que existe detrás de esta clase de campañas es el temor de las élites a perder sus privilegios.
«Lo que está por detrás de esto es el miedo de un sector poderoso de la población que tiene enormes recursos y no quiere perder esa riqueza», afirma.
«Asesinatos quirúrgicos» y «genocidio político de la izquierda»
La democracia colombiana va de la mano con la violencia y las armas.
Así explica el escritor y ensayista Juan Álvarez cómo es posible que los mayores líderes de la izquierda colombiana nunca llegaron a sentarse en la silla presidencial.
«La democracia es muy vieja y consolidada. Nos jactamos de ello, pero lo que pasa es que hemos tenido asesinos quirúrgicos», explica a BBC Mundo el autor del libro «El insulto» (2018), sobre política colombiana.
Álvarez coloca el ejemplo de Jorge Eliécer Gaitán, quien murió por tres disparos en 1948, dando pie a una gran revuelta recordada como «el Bogotazo».
«Él iba a ser presidente y lo mataron. La primera imposición real que explica por qué no hay acceso a la izquierda en este país es porque los han ido aniquilando. Son décadas de asesinatos individuales quirúrgicos», sostiene el escritor.
Al respecto, Díaz-Cruz recuerda que la acción armada atraviesa el ejercicio democrático en Colombia a tal punto que entre el año 1987 y 1989 asesinaron a líderes políticos con posiciones cercanas a la izquierda como el liberal Luis Carlos Galán y varios candidatos presidenciales de la Unión Patriótica como Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo Lea.
«Cualquier posición de izquierda o liberal ha sido reprimida violentamente con una derecha armada y muchas veces en alianza con el Estado. Mataron tantos líderes que por eso se habla de un genocidio político de la izquierda», indica el analista.
El factor guerrilla
El conflicto armado, que todavía da coletazos en Colombia y comenzó a mediados del siglo pasado, también tiene mucho que ver con la dinámica política del país.
El escritor Juan Álvarez sostiene que aquellos intentos armados por llegar al poder estigmatizaron y neutralizaron cualquier agenda social que pueda impulsarse desde la política convencional.
«El relato del orden público fue el relato dominante en todo este tiempo. La seguridad, la violencia y los muertos fueron el discurso político mayoritario y eso impidió que una agenda social puedas impulsarse desde la democracia», señala el analista.
Álvarez añade que la alianza de las guerrillas con el narcotráfico, que permite que las primeras permanezcan en armas durante todo este tiempo, produce que el debate político colombiano se concentre fundamentalmente en lo represivo durante décadas.
Las elecciones presidenciales de este año, junto con las legislativas realizadas en marzo pasado, son las primeras que se realizan sin las FARC como guerrilla sino como partido político.
Pasaron de ser las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia a llamarse Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Aquello es señalado por varios expertos como una posibilidad de que otras agendas más relacionadas con políticas sociales y de ampliación de derechos ganen terreno en la política tradicional.
Las dos Colombias
A la violencia política y al largo conflicto armado hay que añadirle las profundas raíces conservadoras de Colombia y lo cerradas que son sus élites.
Nicolás Díaz-Cruz, de Seamos, apunta estos elementos para comprender la lenta y difícil renovación política existente en este país desde su fundación.
«Si uno hace un mapeo de vínculos se puede demostrar que claramente tenemos una política de castas y familias tradicionales que han gobernado el país y que hoy en día son sus nietos y bisnietos los que gobiernan. Esta dinámica se ve también en el control de los departamentos», indica el politólogo.
Díaz-Cruz añade que las élites colombianas demostraron a lo largo de la historia una gran habilidad de negociación entre ellas para mantenerse en el poder y que el mayor ejemplo de aquello fue la creación del Frente Nacional, una alianza entre los dos partidos hegemónicos de la época.
Gracias a ese pacto, los partidos Liberal y Conservador se alternaron en el poder entre 1958 y 1974 y dieron luego inicio a una etapa bipartidista que no se rompería hasta el siguiente siglo.
Quien rompió con esa tendencia fue nada menos que Álvaro Uribe Vélez, de una familia tradicional del departamento de Antioquia y ahora gran impulsor de las acusaciones de «castrochavismo» a Gustavo Petro para favorecer al candidato de su partido Iván Duque.
«Este es un país con alta concentración de la riqueza y poder. Estos sectores usan ese poder en contra de cualquier proyecto que pueda ser una amenaza a estos privilegios. Así han logrado frustrar cualquier proyecto serio de izquierda en este país», resume Díaz-Cruz.
El analista añade que este hermetismo de las élites viene acompañado con los rasgos conservadores instalados en la sociedad colombiana.
Por ello considera que hay «dos Colombias» que chocan permanentemente.
«Una Colombia tradicional que es patriarcal, machista, conservadora, con valores cristianos y que busca el statu quo y otra reactiva al tipo de valores del conservadurismo. Es una Colombia que está comprometida con nuevas agendas ciudadanas como los derechos sexuales, economías verdes, beneficios laborales, etc.».
Al respecto, Juan Álvarez apunta que las raíces conservadoras colombianas son tan profundas por su origen mismo.
«En el siglo XIX ninguna sociedad latinoamericana construyó un discurso conservador tan riguroso, tan sofisticado, inteligente y articulado. Eran unos articulados que pueden ser considerados despreciables, pero muy bien pensados», indica a tiempo de apuntar que el conservadurismo colombiano tuvo notables pensadores.
¿Esta es la oportunidad?
Gustavo Petro llegó a liderar las encuestas de preferencia de voto en determinados momentos de la carrera electoral y ahora es uno de los favoritos junto a Iván Duque para ganarla o ir a una segunda vuelta.
En diferentes oportunidades se le cuestionó la ambigüedad de sus posiciones frente a Venezuela y se recordó su pasado guerrillero.
Aunque en su cierre de campaña en Bogotá, terminó de desmarcarse del proceso bolivariano y acusó al gobierno de Nicolás Maduro de usar el poder para enriquecerse y de haber destruido la economía de Venezuela.
En ese acto, en el que el candidato llenó la histórica Plaza Bolívar, se vieron banderas comunistas, otras con el rostro del Che Guevara y Diego Maradona, la wiphala andina, además de emblemas de la histórica Unión Patriótica y del M-19, la guerrilla a la que perteneció Petro.
El postulante, quien es reconocido por varios expertos como un hábil actor político, sobre todo en campañas, bajó el tono de sus discursos para ganar los votos indecisos.
Sin embargo, es un misterio si con eso será suficiente para romper con una tendencia que en Colombia persiste desde hace décadas.
Álvarez y Díaz-Cruz creen que tarde o temprano la izquierda gobernará en Colombia, pero tal vez todo lo que pasó en este país es demasiado reciente para que 2018 sea el año que de un giro como nunca antes en su historia.
Para que la izquierda triunfe en Colombia, primero los colombianos tienen que enterarse que su Colombia es una putita de Estados Unidos. Liberar a un pueblo de las garras del imperialismo no es fácil, trae consecuencias, y solamente un pueblo consciente puede hacerlo.