Un súbito cambio de viento sacó al Madrid de la ratonera de Getafe. El equipo que se fue de 2019 lamentando su falta de puntería pisó 2020 brindando por su portero y sus centrales. Del juego sin goles pasó al goles sin juego. Cabezazo y medio de Varane, el mejor Courtois desde que llegó, un Militao de alta solvencia y el temple final le llevaron al triunfo en un campo de minas. El Getafe tuvo un trabajo mal pagado. Fue superior en muchas fases del partido y tuvo mejores ocasiones, pero le faltaron guardameta y fortuna. Y le mató un veneno que administra como nadie: la estrategia.
El Getafe es un equipo científicamente indigesto. Echa su defensa al monte, casi al centro del campo, regala la iniciativa, pone el alma en las segundas jugadas y acompaña el guiso con una presión invasora. Juega sin pelota pero a un mundo de su portería. Un sistema de cierto riesgo que amortigua con el uso inteligente y hasta abusivo de la falta táctica. No encuentra mejor forma de proteger a su adelantadísima zaga que abortar de raíz cualquier salida a la contra del rival. Mata, su delantero centro, es líder en infracciones del campeonato. Esa ocurrencia de cortar la corriente a las primeras de cambio y tres buenos delanteros casi le llevan a la Champions el curso pasado y le tienen arriba en esta.
Así que el Madrid encontró lo que se esperaba, una cordillera para llegar al área contraria. Pensó Zidane que el partido exigía elaboración más que las proteínas de Valverde. Así que juntó, por delante de Casemiro, a Modric, Kroos e Isco, un grupo de notables con Benzema y Bale arriba. El galés ha pasado de imprescindible a irremediable, a un mal menor. Con cierta generosidad pasaría por goleador en un equipo que pasa hambre en área adversaria. Pero hace tiempo que Bale inició su desconexión del equipo. En Getafe no sirvió de ayuda. Tampoco el congreso de supercentrocampistas, porque les faltó soltura para la circulación. Les aburrió esa presión obsesiva del Getafe, equipo que maneja el arma de la convicción. Y faltó Ramos, cuya influencia sobre el ánimo del equipo es enorme, especialmente en estos partidos industriales.
El Madrid fue volviéndose alérgico al duelo con el paso de los minutos. Primero fue despareciendo del campo contrario y luego se vio en serios apuros atrás. El más notable, un voleón tremendo de Arambarri que arrancó de Courtois la parada del partido y quizá del mes. Se jugaba bajo las reglas del Getafe, que era mejor en los dos lados del campo. Partidos así sacan lo peor del Madrid, su falta de movilidad, su falta de profundidad y su falta de fiereza. En Vitoria se sacudió esa pereza. En Getafe, no.
Varane, decisivo
El resultado, en cambio, circuló en otro sentido, porque el Madrid se fue al descanso ganando gracias a un gol antinatural: un centro de derecha del zurdo Mendy y un despeje suicida de David Soria. Disparó el puño intentando quitarle el cabezazo a Varane y con los nudillos convirtió la pelota en kamikaze. Sólo ahí, bajo los palos, fue peor el Getafe, porque al otro lado Courtois le quitaba un gol a Fajr y otro a Cabrera. Era el gigante de un equipo diminuto, el portero salvapuntos que se ha hecho esperar.
El segundo golpe al Getafe, que volvió del vestuario igual de dominador, fue menos accidental. Esta vez Varane marcó de cabezazo limpio y frontal, a envío clásico de Kroos. El VAR, instrumento diabólico que arrancó un caray a Butragueño en el Camp Nou, tardó tres minutos en determinar que no hubo fuera de juego.
La doble ventaja volvió más sensato al Madrid, aliviado también porque las piernas comenzaron a abandonar al Getafe. Bordalás intentó un último asalto con sus tridente, al meter a Jorge Molina, y Zidane le dio a Vinicius los minutos en que abundó el espacio. Ni lo uno ni lo otro dieron un golpe de timón, aunque el brasileño y Bale echaron a perder tres mano a mano. El partido, por entonces, ya era del Madrid, salvado por chaleco antibalas y reafirmado por el tanto final de Modric, en gran jugada de Valverde. A Getafe no puede venirse si él.