El Papa argentino dio una misa en la Casa de Santa Marta del Vaticano al grupo de cinco sacerdotes y dos laicos venidos de Chile, que fueron abusados sexualmente por el depredador sexual padre Fernando Karadima.
La acción carismática y nefasta de este prelado, condenado en 2010 por el Vaticano a una pena de “vida de penitencia y silencio”, pero no reducido al estado laical, ha causado un terremoto interno en la Iglesia chilena, que sufrió en las últimas dos décadas un serio desprestigio y la pérdida de millones de fieles.
A la misa asistieron también dos sacerdotes que desde hace veinte años se dedican a ayudar a las víctimas “de abusos sexuales, de conciencia y de poder”, dijo el padre Francisco Astaburuaga, que dirige espiritualmente al grupo de víctimas. “Al Papa vinimos a escucharlo y las víctimas le contarán su drama”, agregó.
Tras la misa el Papa mantuvo una reunión en grupo con los cinco sacerdotes y los dos laicos involucrados en el escenario infernal de Sodoma y Gomorra que existió desde comienzos de los años ’80 hasta 2006 en la parroquia del Bosque. Allí Karadima dirigía espiritualmente a 57 sacerdotes, cuatro de los cuales fueron elegidos obispos y consumaba sus abusos sexuales con los jóvenes que allí recibían asistencia espiritual.
Considerado “un santo” en la clase alta chilena, sobre todo durante la dictadura del general Pinochet, el padre Karadima fue denunciado por las víctimas, pero resultó notable la cobertura que le dieron las altas jerarquías de una iglesia conservadora y replegada sobre sí misma que ahora es abiertamente contestada.
El Papa, que al principio cometió errores de apreciación gracias a una errada información que le dieron dos cardenales y el nuncio apostólico Ivo Scapolo, tras la reunión de grupo en Santa Marta donde se alojan los sacerdotes y laicos abusados, tiene previsto encuentros individuales con cada uno de las siete víctimas.
Francisco decidió enviar nuevamente a Chile al arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y al reverendo del sector disciplinario de la congregación para la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu, esta vez para realizar “una acción pastoral” en la diócesis de Osorno, ciudad a 900 kilómetros al sur de Santiago.
El obispo de Osorno es monseñorJuan Barros, uno de los principales colaboradores de Karadima, que juró su inocencia varias veces al Papa, que le creyó. Las víctimas afirmaban que Barros y otros clérigos que estaban junto a Karadima, veían todo lo que pasaba.
El obispo afirmó que jamás observó ni le contaron que “el santo” de la parroquia del Bosque cometiera “actos impropios”. Barros es el principal candidato a ser excluido de sus funciones por el pontífice.