La muerte de George H. W. Bush, el expresidente de EE.UU. (1989-1993), es la pérdida de uno de los más importantes miembros de una de las familias más importantes en la mesa política estadounidense: los Bush.
Aunque los Kennedy siguen siendo la mayor dinastía política en la historia moderna del país norteamericano, el ala de los Bush tiene entre sus filas a varios políticos con protagonismo histórico.
Hay un abuelo que sirvió en el Senado de Estados Unidos, un padre y un hijo que ocuparon la silla presidencial de la Casa Blanca y un cuarto miembro gobernador estatal, la familia republicana se puso a la altura de la demócrata.
George Herbert Walker Bush nació en una familia adinerada.
Era nieto de un empresario de la siderurgia, el magnate Samuel Prescott Bush, quien fue nombrado miembro de una comisión nacional sobre economía por el presidente Herbert Hoover.
Su padre, Prescott Sheldon Bush, fue un exitoso banquero de inversiones que se convirtió en socio de su firma de Wall Street. Él fue el primer miembro de la familia en ingresar en política.
Fue elegido senador en 1952, donde se mostró un firme partidario del presidente Dwight Eisenhower.
Los contactos de Prescott y su riqueza ayudaron a su hijo, George H. W. Bush, aganar una fortuna en la industria del petróleo antes de comenzar su carrera política en la década de 1960 y, finalmente, convertirse en el presidente número 41 del país.
Florida
Los esfuerzos iniciales del hijo mayor del presidente Bush, George Walker, para continuar la dinastía no fueron prometedores.
Su apellido paterno le aseguró su paso sin problemas por la academia militar, la Universidad de Yale y la industria petrolera, pero el fracaso de sus varias aventuras empresariales le obligó a pasar más tiempo en la barra de bares locales que en su despacho.
Su queja: «Tengo mucho nombre pero poco dinero».
Y si George H. W. estaba pensando entonces en pasar su testigo político a alguien de su familia, el candidato más probable en aquel momento era su hijo Jeb.
Jeb se graduó en la universidad en menos de tres años.
Su matrimonio con Columba, quien es de origen mexicano, y su dominio del inglés y del español le permitieron ganar votantes sureños.
En 1998, se convirtió en gobernador de Florida, un puesto que ocupó hasta el año 2007.
Jeb Bush aparentemente se horrorizó cuando escuchó por primera vez que la campaña política de su hermano mayor en Texas, en 1994, se había convertido en «una historia de la revista People».
Jeb había superado algunos problemas familiares, incluido el abuso de drogas por parte de su hija, y siempre -al menos en esa época- rechazó cualquier pregunta sobre el «gran trabajo» (la presidencia), asegurando que su única preocupación era «Florida, Florida, Florida».
Los hijos más jóvenes de George H. W., Neil y Marvin, también habían usado su apellido para entrar en los negocios, pero hasta entonces habían mostrado poco interés en la política.
Las elecciones: el momento culminante
Sin embargo, en una escena digna de la teleserie Dallas, la cual hizo a ese estado famosa, fue su hijo pródigo de Texas quien se apresuró a reclamar la mayor parte del legado político de la familia.
Los esfuerzos de George W. para transformar su vida incluían haber dejado el alcohol, su compromiso con el cristianismo y la vida familiar y haberse convertido en gobernador de Texas.
En el año 2000, puso la mira en emular los logros de su padre.
Ese noviembre, luego del suspense del recuento de votos, George W. se puso su sombrero de cowboy retomó los pasos de su padre hacia el Despacho Oval.
El estado de Florida, gobernado por su hermano, determinó en gran parte el resultado presidencial. Hubo acusaciones de irregularidades y manipulación de votos.
En su tiempo en la Casa Blanca, George W. siguió el ejemplo de su padre.
Los dos hombres enviaron fuerzas especiales al Golfo. Sin embargo, Bush padre dejó que Saddam Hussein escapara de sus garras, mientras que el más joven lo persiguió hasta meterlo en un agujero.
Cuando padre e hijo hablaron por turnos durante el funeral del expresidente Ronald Reagan (1967-1975), rara vez el acceso y la influencia en Washingtonde una sola familia habían parecido tan precisos y duraderos.
Un Bush con sangre mexicana
A finales de 2014, el exgobernador de Florida, Jeb Bush, anunció que estaba considerando su candidatura a la Casa Blanca, lo cual planteaba de inmediato la posibilidad de otra revancha Bush-Clinton, esta vez contra la esposa de Bill, Hillary.
Fue, inicialmente, uno de los candidatos favoritos republicanos, pero no brilló y acabó siendo eclipsado por Donald Trump.
Los analistas no fallaron al percatarse de que otro Bush estaba a punto de irrumpir en la escena política.
El hijo de Jeb,George Prescott Bush, estuvo por primera vez en la mira pública cuando su abuelo lo presentó al entonces presidente Reagan como «uno de los pequeños marroncitos», refiriéndose a su ascendencia mexicana.
George P. Bush probó las aguas políticas cuando se convirtió en el confundador de Hispanic Republicans of Texas (HRT-PAC), un grupo de presión destinado a lograr que más candidatos hispanos persiguieran un cargo político en el estado.
Habló en la Convención Nacional Republicana del año 2000 e impresionó a los asistentes con su manejo del español y del inglés.
Después, en 2014, ganó sus primeras elecciones, convirtiéndose en el comisionado de Tierras de Texas.
Fue otro éxito político a la historia de la dinastía Bush que busca seguir extendiéndose en la historia estadounidense.