Estados Unidos incrementó su despliegue naval en el Caribe con el envío de tres destructores de misiles guiados, como parte de una operación anunciada por el presidente Donald Trump contra los carteles de drogas en América Latina. La medida ha generado un nuevo foco de tensión con el gobierno de Nicolás Maduro, que la calificó como un intento de intervención militar.
Los buques desplegados son el USS Jason Dunham, USS Sampson y USS Gravely, especializados en misiones de interdicción y recolección de inteligencia. Según el Pentágono, su objetivo es reforzar las acciones contra el narcotráfico en la región. Algunos medios especializados han señalado que el operativo también podría incluir un submarino de ataque nuclear, buques de asalto anfibios y aeronaves de vigilancia P-8 Poseidon, aunque estos detalles no han sido confirmados oficialmente.
En paralelo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos elevó la recompensa por la captura de Nicolás Maduro a 50 millones de dólares, reforzando la presión sobre el mandatario venezolano, acusado de vínculos con el narcotráfico.
Desde Caracas, Maduro denunció la operación como una “agresión imperialista” y convocó a más de 4.5 millones de milicianos a integrarse a la Milicia Nacional Bolivariana para fortalecer la defensa del país. “Ningún soldado extranjero nos intimidará, estamos listos para defender la patria”, afirmó el gobernante en cadena nacional.
La escalada ocurre en un contexto de creciente deterioro de las relaciones entre ambos países, con Estados Unidos endureciendo sus sanciones y medidas militares, y Venezuela consolidando una narrativa de resistencia ante lo que califica como un plan de cambio de régimen.