En una Plaza de San Pedro colmada de fieles y autoridades civiles y religiosas, el Papa León XIV presidió la Santa Misa de inicio de su ministerio petrino, en una ceremonia cargada de símbolos y emoción.
Antes del comienzo de la liturgia, el nuevo Pontífice recorrió por primera vez la plaza en papamóvil, saludando a miles de personas también aglomeradas a lo largo de la Via della Conciliazione, lo que marcó el primer encuentro público del Papa con el Pueblo de Dios tras su elección.
La solemne celebración comenzó en el interior de la Basílica Vaticana, donde León XIV, junto con los Patriarcas de las Iglesias Orientales, rezó ante la tumba del Apóstol San Pedro. Desde allí, en procesión, fueron llevadas hasta el altar en el atrio de la plaza las insignias pontificias: el Evangeliario, el Palio y el Anillo del Pescador, mientras el coro entonaba la letanía de los santos.
Durante la proclamación del Evangelio, tres cardenales de los diferentes órdenes eclesiásticos se acercaron al Santo Padre para la entrega de las insignias episcopales.
En su primera homilía como Obispo de Roma, León XIV se dirigió a los presentes con palabras de humildad y esperanza. “Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que desea hacerse siervo de la fe y de la alegría”, expresó. Citando a San Agustín, recordó: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
El Papa también evocó la reciente muerte de Francisco, “que nos dejó como ovejas sin pastor”, y aseguró que su elección se da en un contexto de renovación y fidelidad: “El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo”.