Un lujo. Para volver a una y otra vez. Igual que hizo un ciclón llamado Sevilla Fútbol Club ante un Madrid al que cariturizó y le enseño que el Ramón Sánchez-Pizjuán seguirá siendo un año más territorio prohibido. Machín y su pizarra le enseñaron a Lopetegui y sus millones que no hay mejor fórmula para ganar que creer en lo que haces.
No hace falta vivir con el balón; hace falta morir con el balón dentro del área. Como lo hizo el Sevilla, que tuvo mucha menos posesión de balón, pero que bailó al rival con un fútbol vertical y lleno de mucha chispa arriba. Los goles los marcaron André Silva, dos, y Ben Yedder, pero todos, absolutamente todos los futbolistas que disputaron este encuentro, estuvieron brillantes, sobresalientes.
Ritmo. Y más ritmo. Ni siquiera el agobiante calor que castigaba el Sánchez-Pizjuán cortó la fuerza y el juego vertical de un Sevilla que a los pocos segundos de empezar el partido ya dispuso de una ocasión para marcar con el omnipresente Ben Yedder como protagonista. El francés se fue por la derecha y su disparo ajustado sería desviado por Courtois. Demasiado fácil. Uno, dos y tres pases fueron suficientes para sorprender al Real Madrid y para enseñarle al rival las ansias del delantero francés por volver a hacer gol.
Las ocasiones se repitieron en los minutos ocho y quince, y de nuevo, con Ben Yedder en acción. Pero con el mismo final. El “uy” sonó de nuevo en la grada y el rugido pareció agudizar el olfato goleador de los de Nervión. Porque sólo unos minutos después el que no perdonaría sería André Silva en una jugada que comenzó Sarabia y que terminaría con máxima excelencia el portugués tras recibir un gran pase de Navas. Ahora, sí. El gol llegó para quien lo merecía y para quien quería más y más.
Al Madrid sólo se le veía las camisetas de color coral. Nada más. Metido atrás, y sin querer el balón, se doblegó ante los locales y apenas podía dar tres pases seguidos. Al segundo, ¡presión del Sevilla! Sería así, en un robo, como le gusta a Machín cuando sus piezas encajan a la perfección, como sus pupilos se irían de nuevo a la carga. Navas, montado a caballo, se llevó el balón, se puso delante de Courtois y disparó con todo su alma… para que el rechace se fuera a un André Silva imparable y que devolvió la locura a la hinchada con su segundo gol.
El Sevilla estaba firmando la mejor media hora de la temporada. Todo era perfecto. Pero aún habría más en una primera parte para recordar. En otro robo de balón, los sevillistas aprovecharon la indecisión de Courtois y su defensa para venirse aún más arriba y hacer el tercero, en esta ocasión, por mediación de Ben Yedder, que estiró la pierna dentro del área pequeña para que se desplegara el éxtasis por el estadio.
La brillantez tiene sus ecos y el hincha sevillista le respondió al equipo con vítores para que siguiera en la misma senda. No había que cambiar nada. La noche era perfecto, de ensueño. Como también empezaría la segunda parte.
Unos, los sevillistas, bailaban; los otros, los madridistas, se agachaban una y otra vez. El cuadro de Lopetegui necesitaba el gol que los metiera en el encuentro y abría espacios con exageración. El tiempo pasaba y lo máximo que podía conseguir el Madrid es que el VAR consultara una acción en fuera de juego con el que Modric batió a Vaclik. Nada. Fuera de juego claro y a seguir jugando.
Las ocasiones por los lados se multiplicaron. Sarabia, por el Sevilla, y Modric, por el Madrid, a punto estuvieron de marcar en un duelo frenético. La vida seguía igual. Sólo un cambio, el de Ben Yedder por Promes, asaltó algo el guión establecido. También entraría Nolito por Arana, con molestias. Machín le pidió velocidad al holandés ante la inquietud del rival y paciencia al de Sanlúcar para que ayudara atrás, pero ya estaba prácticamente todo vendido. La gran noche se fue apagando… y el marcador se cerró con el 3-0 en un duelo para recordar. ¡Para ver repetido una, dos y tres veces…!
*Escrito por Roberto Arrocha, redactor de Deportes en Diario ABC de Sevilla