Más de 15 años de carrera, innumerables kilómetros de entrenamiento y una incansable pasión por el remo han marcado la vida del remero santaneco Roberto Carlos López, uno de los máximos exponentes de este deporte en El Salvador.
A sus 31 años, López decidió poner fin a su etapa como atleta para continuar con una nueva desde las afueras del lago y retribuir algo a su familia, que tanto lo apoyó en su trayectoria deportiva. Su historia es un testimonio de disciplina, constancia y sacrificio, y de cómo se pueden cumplir incluso los sueños que parecen más inalcanzables.
Todo comenzó en 2008, cuando Roberto, un joven de Santa Ana, decidió probar suerte en un programa de detección de talentos organizado por la Federación Salvadoreña de Remo en su centro escolar.
Su primer contacto con el remo fue en el lago de Coatepeque, un lugar que, según recuerda, lo conectó de inmediato con la naturaleza. “Fue una experiencia única, sobre todo por la conexión con el agua. La tranquilidad que sentí al estar allí, sobre el bote, fue algo mágico”, dijo.
Ese primer acercamiento fue suficiente para que se apasionara por el remo. “Lo que más me cautivó fue la sensación de libertad, de ir sobre el agua con el viento y el sol. Para mí no es solo un deporte, es una forma de encontrar paz y concentración”, asegura.
López, desde un inicio, mostró un gran potencial. Su entrenador le decía que podía llegar lejos, competir por el país en grandes eventos internacionales, y no tardó mucho en demostrarlo. De hecho, compitió en los I Juegos Olímpicos de la Juventud, celebrados en Singapur en 2010, a sus 17 años.
Luego, en 2012, marcó un hito en su carrera. A los 18 años, Roberto Carlos López se convirtió en el primer remero centroamericano en clasificar a unos Juegos Olímpicos, logrando su boleto para Londres 2012.
Fue un logro histórico para El Salvador y, para él, la confirmación de que su constancia estaba dando frutos. “Clasificar a los Juegos Olímpicos fue un sueño hecho realidad. No solo por el logro en sí, sino por todo lo que implicaba: representar a mi país ante el mundo”, cuenta con orgullo.
Regresando a Londres 2012, López recuerda con particular emoción la fecha del 31 de julio de ese año, cuando compitió en los Juegos Olímpicos. Ese día no solo fue especial por su debut olímpico, sino también porque coincidió con su cumpleaños número 19. “Ese día entendí realmente la magnitud de los Juegos Olímpicos. Más allá del resultado, fue una reafirmación del compromiso con los valores que me impulsaron a dar lo mejor de mí contra los mejores remeros del mundo”, señala.
Después de competir en los Juegos Olímpicos, Roberto tenía claro que una de las cosas más difíciles era mantenerse tras haber alcanzado una gran meta. Sabía que debía encontrar motivación para seguir compitiendo al más alto nivel. “Lo más desafiante fue mantenerme persistente en un deporte tan exigente, especialmente cuando las condiciones no eran las mejores”, recuerda. También destaca el papel de su familia: “Siempre fueron mi pilar. Los valores que me inculcaron me ayudaron a soportar el cansancio y los sacrificios.”
Uno de los momentos que más lo marcó fue la oportunidad de competir al más alto nivel, a pesar de las barreras económicas y de infraestructura. En ocasiones, debía compartir un bote con otros atletas o viajar largas distancias para participar en competiciones internacionales.
A lo largo de los años, Roberto Carlos López fue perfeccionando no solo su técnica, sino también su fortaleza mental. El remo le enseñó la importancia de la resiliencia y el trabajo en equipo, pero también la disciplina necesaria para alcanzar metas más altas. “La preparación mental fue clave en mi carrera. Siempre visualizaba mis metas, los movimientos técnicos y el momento de cruzar la meta dando lo mejor de mí. Practicaba técnicas de respiración y concentración”, explica.
Aunque podría haber seguido compitiendo, a los 31 años Roberto decidió retirarse del remo competitivo. Su visión comenzó a cambiar. “Aunque podría seguir, mi enfoque ahora está en mi familia y mi desarrollo profesional. Soy padre y acabo de terminar mi carrera universitaria. Ahora trabajo en el Comité Olímpico de El Salvador, en el área deportiva, apoyando a los atletas nacionales. Haber sido atleta me da una perspectiva diferente a la hora de tomar las riendas de una federación. Con 17 años de carrera y experiencia en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, tengo una visión clara y práctica de las necesidades de los atletas”, aseguró.
Recientemente, López fue electo presidente de la Federación Salvadoreña de Remo, cargo desde el cual busca impulsar el desarrollo de este deporte en el país. Su preparación para este rol incluye cursos destacados, como el International Coaching Enrichment Certificate Program (ICECP) y el curso del CAR de Barcelona, donde adquirió herramientas clave para fortalecer su gestión. En el ICECP, su proyecto final estuvo enfocado en la detección de talentos en remo, un tema que considera su principal prioridad como presidente. “Quiero fomentar la caza de talentos y crear más oportunidades para que los jóvenes descubran el remo. Esa es la base para crecer”, apuntó el nuevo presidente de la Federemo.
Ahora, su mayor sueño es aportar al crecimiento del remo en El Salvador. “A corto plazo, mi enfoque está en fortalecer la formación de entrenadores, priorizar a los atletas y mejorar sus condiciones de entrenamiento. A largo plazo, mi objetivo es descentralizar el remo y fomentar el acceso al deporte en más regiones del país. Creo que, con una visión colaborativa y un trabajo constante, podemos posicionar al remo salvadoreño a un nivel competitivo internacional. Quiero que más jóvenes puedan vivir lo que yo viví. El remo me enseñó a soñar en grande, a luchar por mis metas y a superar los obstáculos. Ojalá pueda transmitir esas lecciones a las nuevas generaciones”, concluye.