El Bercy Arena de París contenía la respiración. El momento que el mundo de la gimnasia esperaba había llegado. Los 142 centímetros de Simone Biles, cargada con una mochila de 37 medallas entre Juegos (4 oros) y Mundiales (23), irrumpían en el pabellón para volver a ganar una medalla de oro. Los 20.000 enfervorizados espectadores que abarrotaban el recinto vieron el quinto oro olímpico del prodigio de Ohio. Brilló más incluso que los miles de cristales de Swarovski que poblaban el maillot del equipo estadounidense que homenajeaba a la bandera de las barras y estrellas. Porque Biles no ganó el oro por equipos sola, ni mucho menos. Jordan Chiles hizo los cuatro aparatos como Simone; Sunisa Lee, campeona del concurso completo en Tokio, todos menos el salto de potro; y ese hueco en la primera rotación lo ocupó Jade Carey.
El dolor en su pantorrilla izquierda, fruto de la agravación de una molestia que arrastra desde 15 días antes de los Juegos, tenía en jaque y controlaba los comentarios previos. Una venda y la capacidad de sufrir, física y mentalmente, de Biles acabaron por hacer olvidar los problemas de la mejor gimnasta de todos los tiempos. Como una coreografía mil veces ensayada para una superproducción de Hollywood, Simone dirigía el ruido y el silencio: respiración casi detenida, nadie mueve un músculo, no se pestañea… y hay una explosión de júbilo y decibelios al finalizar cada rutina. Como una directora de orquesta que cambia la batuta por giros, saltos y volteretas.
La actuación de Biles y sus compatriotas se inició en el salto de potro. Una seria Biles enfiló el pasillo, brincó y realizó un sólido salto. Al aterrizar desplegó su sonrisa más especial. El mundo era el destinatario final, el principal era su marido Jonathan Owens que estaba en la grada tras pedir un permiso especial a los Green Bay Packers, equipo profesional de NFL, para acompañar a su esposa en los Juegos. Su nota, 14.900. Por encima de las mortales.El fin de la rotación ya colocaba a EE UU líder con clara ventaja respecto a los demás. No se podía cantar victoria viendo lo ocurrido en la final masculina de ayer, pero China no tiene a Simone Biles.
Turno para las asimétricas, el único pequeño lunar de Biles. Pero ella nunca falla. Y su 14.400 es una nota inalcanzable para la mayoría de gimnastas de élite. Como muestra decir que su gran rival por el oro en el all around, la brasileña Rebeca Andrade sacó 14.533. Menos de una décima mejor en el ‘aparato de tortura’ de Biles. Además, estuvo perfectamente secundada por Lee (14.566) y Chiles (14.366). La brecha respecto al resto crecía todavía más. La barra de equilibrio fue un guion repetido. Las norteamericanas eran un martillo pilón. Sólidas y metódicas. Sin errores. Sin resquicios. El título no admitía ya dudas, Estados Unidos recuperaba el trono que el equipo del comité ruso y todo lo ocurrido con Biles en Tokio les fue arrebatado. No tener a su rival de la Guerra Fría les hizo más fácil el reto, todo sea dicho.
La emoción de la final se trasladaba a la pelea por el podio Un esplendoroso ejercicio de suelo de Andrade (14.200) ponía a Brasil a una milésima de China con una única rotación por delante y en plena pelea. Había varios países en la disputa, una batalla que se llevó finalmente Italia con 165.494, pero la propia Barbosa se encargó de que el país sudamericano se subiera al cajón del bronce con 15.100 para un total de 164.497. El oro de Biles y sus acróbatas del aire se valoró en 171.296, tras un esplendoroso cierre de fiesta con Simone deleitando con un ejercicio de suelo que únicamente está al alcance de su talento, de su altura en los saltos, de sus diagonales de dibujos animados, de Simone Biles. Era el momento de saltar, gritar, festejar…
La sonrisa de Biles vuelve a ser plena. Como la de su compañera Lee que ha peleado contra una afección renal durante seis meses. Los tiempos difíciles para ambas parecen haber quedado atrás. Biles ya tiene la primera medalla en esta edición de los Juegos. El jueves (18:15) será el turno del concurso completo, el sábado (16:20) la final de salto de potro; y el lunes la de barra de equilibrio (12:38) y suelo (14:23). Los cinco oros en París 2024 no son una quimera. La mejor Biles, esa que ha dejado el peso del mundo apoyado en otros hombros está lista para hacer más historia. Nada ni nadie parece poder detenerla, mucho menos un dolor en una pantorrilla.