Entre pitos (a Bale) y flautas (mágica la de Modric) el Madrid pasó el trago de la Real, un equipazo durante media hora y un digno rival de los blancos durante la hora restante. El triunfo no tuvo el fulgor de Eibar, pero dejó hechos relevantes: Benzema puede con el carro, Valverde es omnívoro (defiende, ataca, remata, golea), Modric (dos asistencias y un gol) aún tiene recorrido, Hazard se suelta, Mendy es galgo y podenco y Ramos se sobra peligrosamente. El Bernabéu se dio el gusto de zarandear a Bale por tomarse a pitorreo la institución y de aplaudir a Odegaard por lo que pueda pasar. El galés, en cualquier caso, firmó unos minutos finales estupendos.
Noviembre ha dejado un buen dato de empleo en el Madrid: Valverde y Rodrygo han pasado de eventuales a fijos. El uruguayo ha vitaminado el centro del campo atendiendo a un eslogan hecho para otra cosa: juega con responsabilidad. Para el brasileño el gol es de la familia. Tiene el don que mejor se paga en el fútbol aunque lo adorne poco, desde luego menos que Vinicius, la bohemia bajo arresto. Así que ahora ya no caben un partido sí y otro también Modric y Kroos. Esta vez Zidane eligió al croata, el de menor cotización en este momento. Ramos no le dio tiempo de saber si acertaba o se equivocaba.
La Real se fue a por él y a por Varane de salida y antes del minuto 2 fue premiada por un descuido tremendo del sevillano, que en una cesión descabellada a Courtois le regaló a Willian José el 0-1. La antítesis de Ipurua, donde el Madrid cuidó cada detalle en defensa y en ataque. A partir de ahí, al equipo de Zidane se le hizo un mundo cruzar el ecuador del campo durante un rato largo, enredado en el zarzal plantado por Imanol.
La Real dejó una imagen estupenda en el Bernabéu. Se aprieta el cinturón con Zubeldia y Merino y de ahí hacia adelante aparece un gran aparato eléctrico, con un jugadores de pie excelente, de Oyarzabal a Odegaard, que anduvo a la altura de lo que espera de él la Real hoy y el Madrid mañana. Esa emboscada permanente dejó sin suministros a Benzema y Hazard, limpio ya de polvo y grasa pero con pocos espacios y con poco balones a su alcance, pese a la insistencia de Modric, comandante en jefe del partido.
El gol que lo cambió todo
El Madrid no tenía el partido en su mano. A ratos sufría y a ratos se desplegaba, pero en ningún momento desde el dominio y la elaboración. Se justificaba con disparos lejanos (de Mendy y Hazard) y con envíos al área sin criterio, esperando que el empuje le diera la razón. Fue así en cierto modo, porque empató en un lanzamiento de falta de Modric que mandó la red Benzema con el corazón, en sentido literal. Ha dardo nueve años encontrárselo pero ahora es el latido del Madrid. Fue el do de pecho de un jugador santificado ya en el club y cuyo caso se ha reabierto incluso en Francia, pese a sus trastadas del pasado.
El empate desató una tormenta sobre el área de Remiro, aunque de aquel arrebato de ferocidad no sacase el Madrid ninguna conclusión hasta volver del descanso. Y gracias a un golpe de suerte. Andaba el equipo blanco bordeando el área cuando un zapatazo de Valverde (otra de esas virtudes que habían permanecido ocultas) desde lejos lo convirtió en asesino un rebote en Oyarzabal, que andaba por allí como un intruso.
Ese gol abrió aún más el partido y Zidane decidió hacer pasar por la quilla a Bale. A Rodrygo se le habían acabado las ideas y las fuerzas. El empuje de la Real le había hecho pasar de purasangre a caballo de tiro. La pitada al galés fue de gran tamaño a causa de la bandera de la discordia, una confesión en toda regla de que el Madrid anda a la cola de su vida. El equipo estaba ya encogido frente a un adversario que se veía capaz de todo. Willian José, de hecho, anduvo cerca del empate, pero una galopada de Bale, con centro amortiguado por Benzema y rematado por Modric, puso fin al pleito. Eso es Bale: Gales y goles. En ese orden.
https://twitter.com/realmadrid/status/1198369686372503552?s=20