El Derby della Madonnina no es un partido cualquiera en Italia. Milan e Inter tienen señalado en rojo el choque que paraliza la capital lombarda. Este curso no iba a ser diferente. Con nerazzurri y rossoneri intentando recobrar viejos tiempos de gloria, los dos equipos de Milán median sus nuevos proyectos en un duelo por todo lo alto. Pero, la efervescencia que hace rememorar los grandes tiempos del derbi lombrado se vio diluida durante el transcurso del encuentro.
La lucha y la entrega de los jugadores no pudo tapar el derroche de ocasiones malogradas. Sólo Icardi, el killer del Inter, y su cabezazo rompieron un encuentro que parecía estar abocado a un empate sin goles.
El primer tiempo fue una montaña rusa sin frenos y a toda máquina. El choque se mimetizó con el fervor que vivían desde la grada del Giusseppe Meazza los tifosi y la intensidad -para bien y para mal- fue la tónica dominante. El primer tirabuzón de la noche llegó con un gol anulado a Icardi. Perisic centró desde la izquierda, Vecino en un intento de remate prolongó el cuero y dejó a Mauro en posición antirreglamentaria.
No hizo falta VAR. Acierto y primera taquicardia rossonera. Con el transcurso de los minutos el pasto lombardo fue transformándose en arena de coliseo romano donde 22 gladiadores peleaban sin tregua cada balón suelto. Tanta entrega tuvo muchas tarjetas e interrupciones, pero también damnificados: Nainggolan se retiró lesionado y lo sustituyó Borja Valero.
Con los escudos alzados a punto estuvo De Vrij de provocar la primera herida. Un córner desde la izquierda que prolongó Perisic en el primer palo y el zaguero neerlandés dibujó un remate poco estético a la media vuelta. El esférico se topó con el palo. El sonido de la madera despertó a los nerazzurri. Icardi coleccionó un buen puñado de ocasiones que malogró, bien por llegar segundos tarde o por no estar acertado en el remate.
El Milan se sacudió el asedio interista con una jugada a balón parado que bien podría haber supuesto el primero del encuentro. Pero, el colegiado intervino de nuevo para anular el tanto de Mussacchio. Empate técnico. Los dos aciertos… y sin VAR de por medio. Vecino, desde el punto de penalti, envió a Roma un centro raso que pedía el gol a gritos. Con el ojo clínico del juez acertando y la mala puntería de ambos se puso fin al primer acto.
La reanudación no cambió lo visto hasta el momento. Sin dueño en la ciudad del Duomo, ambos conjuntos se golpeaban sin temor a caer. El partido se resquebrajaba por momentos y con espacios por delante las ocasiones llegaban con la misma facilidad con la que se desaprovechaban. Higuaín, Vecino, Borja Valero, Icardi… los nombres se sucedían y el final era siempre el mismo: un «uy» en la grada que aliviaba y desesperaba Milán a partes iguales.
Tuvo que ser en el epílogo del partido cuando Vecino cayó a la derecha. Ricardo Rodríguez, cansado tras tantas subidas por la cal no apretó al uruguayo, éste puso un centro medido a la cabeza de un Mauro Icardi que aprovechó la salida en falso de Donnarumma para rematar y romper el 0-0. Silencio en la parte rossonera. Locura en el bando nerazzurro. En el desierto de ocasiones perdidas, en un nuevo Derby della Madonnina, tan sólo Mauro Icardi pudo ver puerta y reinar en Milán.