Hace poco más de dos años, los Washington Wizards organizaron una ceremonia con diversos fanáticos para entregar el premio Wizards Care Community Assist Award a Jerrod Mustaf, un ex jugador de cuatro temporadas en la NBA por su «dedicación y compromiso con la comunidad».
El ex New York Knicks y Phoenix Suns asistió al evento vestido con una camisa de golf negra, gafas y una prominente barba que dejaba entrever su sonrisa. En los suburbios cercanos a Washington DC, Mustaf ha pasado la mayor parte de su vida adulta trabajando con Take Charge, un programa diseñado para ayudar a adolescentes locales, la mayoría hombres afroamericanos, para alejarlos del sistema de justicia penal.
Mustaf habló aquella vez en voz baja y autoritaria, pasó de un tema a otro, de «la injusticia inherente» de las sentencias mínimas obligatorias a «la sabiduría de las ciudades santuario». Cualquier organización sin fines de lucro sería afortunada de tener a este hombre en sus filas, tanto así que cuando Mustaf dijo que estaba considerando postularse para un puesto en el consejo de su condado, era fácil imaginarlo como un político exitoso.
Pero la realidad parece algo menos poética. Los Wizards simplemente no se dieron cuenta de que estaban honrando a un hombre que, en otros recintos, sería considerado como un asesino prófugo de la justicia.
Todo comenzó cuando los Suns acababan de derrotar por 108-98 sobre los Bulls en el Juego 5 de las Finales de la NBA en 1993. Charles Barkley y compañía volaban de regreso al desierto, donde, impulsados por la multitud local de Phoenix, intentaban ganar dos más y reclamar el primer título en la historia de la franquicia.
Pero Mustaf, de 23 años en ese entonces, había jugado solo un minuto y había dejado sus estadísticas en ceros. Durante esa temporada nunca encontró la manera de ser el complemento de Barkley, como estaba llamado a ser, y se quejó de su escaso tiempo en la duela. Pero la policía luego diría que su enojo de esta noche no tendría nada que ver con el baloncesto.
A principios de la postemporada, Althea Hayes, una conocida de 27 años de Mustaf, le dijo que esperaba un bebé suyo. Mustaf alentó a Hayes a someterse a un aborto, pero Hayes, una mujer religiosa, se negó. Mustaf le ofreció USD 5.000 para terminar el embarazo, pero otra vez Hayes se negó. Amigos, familiares y hasta dos enfermeras afirmarían que Hayes se había vuelto temerosa de Mustaf por sus actitudes.
El 16 de junio, Hayes confirmó el embarazo, dos días después llamó a Mustaf después del Juego 5, antes de que despegara el vuelo del equipo. Los registros obtenidos por Sports Illustrated indican que hablaron durante ocho minutos y -según los informes de los investigadores- Hayes le recordó a Mustaf sus planes para quedarse con el bebé.
Mustaf se describiría en esos mismos informes como «muy enojado», hasta el punto de elegir sentarse solo en el vuelo a Arizona. Aunque Mustaf más tarde afirmó que nunca se le había dicho que Hayes estaba embarazada.
Para la mañana del sábado 24 de julio, Alvin Hayes se había preocupado. Habían transcurrido dos días desde que alguien supiera algo de su hija. A las nueve en punto entró en el apartamento de Althea, en el suburbio de Glendale, en Phoenix, y allí, en el suelo de su habitación, encontró su cuerpo enroscado y en descomposición. Althea Hayes había recibido cuatro disparos, incluso una vez en la parte posterior de la cabeza. Había muerto embarazada de tres meses.
Habría un juicio por asesinato y una condena, pero Mustaf nunca enfrentaría cargos. Sin embargo, la policía lo caracterizó como «un líder de investigación». Y esa mancha, dice, fue «totalmente injusta». También fue suficiente para terminar su carrera en la NBA.
Algunos sostienen que Mustaf fue el beneficiario, no la víctima, de la justicia nunca administrada. El tiempo ha hecho poco para disminuir el dolor y la ira de los miembros de la familia de Hayes, quienes casi un cuarto de siglo más tarde siguen convencidos de que Mustaf orquestó la muerte de Althea.
A primera vista, se podría concluir que la tranquila ceremonia de premios en 2017 con los Wizards marcó el final de lo que Mustaf vivió como un exilio de la NBA, un ex jugador bienvenido a la liga después de años de buenas obras, un reconocimiento de que aunque podría ser un hombre de contradicciones, fue reformado, aunque todas las pistas indiquen que asesinó a la mujer embarazada y logró escapar de un encarcelamiento inminente.