Los sábados 10 y 24 de noviembre se jugarán dos partidos no aptos para cardíacos por la pasión, el delirio y el desborde que provoca ver en una cancha a los colores azul y oro de los ‘xeneizes’ frente a los albos con la banda roja de los ‘millonarios’. Por primera vez desde 1960, cuando comenzó a jugarse la Libertadores, disputarán en una final el trofeo que sus aficionados más desean.
Desde afuera también se ve claro: el periódico británico The Observer dijo alguna vez que «uno no tiene derecho a morirse sin haber visto, al menos una vez un Boca-River».
Otro periódico del Reino Unido, The Sun, lo calificó de «la experiencia deportiva más intensa del mundo». Un editor de la revista World Soccer Magazine dijo que es «insuperable por ningún otro en el mundo por su pasión e intensidad».
Los dos presidentes, Rodolfo D’Onofrio, de River y Daniel Angelici, de Boca, se esforzaron en poner paños fríos al descontrol fanático. «Convocamos a simpatizantes, hinchas y socios a vivir esto como una fiesta popular, somos rivales no enemigos», dijeron en un comunicado conjunto.
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Pero la excitación está desatada desde que se confirmó este verdadero ‘hiperclásico’. Ni el presidente de Argentina, Mauricio Macri, pudo sustraerse a la tensión. «No voy a dormir por esto», dijo en público.
Exitoso expresidente de Boca, Macri intentó que se permitiese a los hinchas visitantes concurrir a los dos estadios. «No me quiero hacer cargo de una muerte», dijo D’Onofrio. Angelici coincidió. Se jugará sin visitantes.
La presencia de la gente de la visita está prohibida desde 2013 para evitar la violencia. En los últimos 50 años murieron 305 hinchas, cuatro de ellos este año, según la ONG Salvemos al Fútbol. Una quinta muerte que se investiga es la de un joven asesinado hace una semana cerca del céntrico Obelisco en una aparente discusión por la superfinal.
En un barrio de la ciudad nordestina rural de Apóstoles, un hincha denunció que su excuñado le incendió la casa tras pelearse por Boca-River. El acusado está prófugo.
Por un lado hay mensajes pacificadores. Un defensa de la selección albiceleste y de Villarreal de España, el ex River Ramiro Funes Mori, dijo que «a la sociedad no hay que generarle que es vida o muerte, aunque es verdad que el que gane va a tener la gloria».
Hay consejos médicos en internet para evitar infartos: «No fume, no coma grasas, haga ejercicio». En los memes se ve a personas conectadas a respiradores artificiales o viendo el partido por TV con un desfibrilador a mano.
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«De la misma forma en que el coronel Aureliano Buendía ansiaba conocer el hielo para, de una vez por todas, saciar su curiosidad, empezar con buen pie ‘Cien años de soledad’ y postular a Gabriel García Márquez como futuro Premio Nobel, yo ansiaba ver un River y Boca», dijo una vez el escritor y humorista Roberto Fontanarrosa.
Dicha pasión se refleja en la locura por los tickets. Las plateas en la Bombonera que costaban en partidos de Copa el equivalente a unos 90 dólares se revenden ahora en internet a 5.000 dólares.
Un 40% de los hinchas en Argentina son de Boca y un 30% de River, según el último dato conocido de la encuestadora Gallup. Pero el impacto es aún mayor.
Futbolero empedernido, Fontanarrosa se preguntaba: «¿Por qué estoy nervioso si soy hincha de Rosario Central? Es difícil no estarlo. Hay una carga eléctrica, una energía que dinamiza y crispa, sea el partido bueno, malo o regular».
Los dos superclásicos le cortarán el aliento al país.
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