Daniela Guardado es una paratleta de 18 años que, con su carisma, alegría y soltura al conversar, demuestra que la vida está hecha para disfrutarla y compartirla con los seres queridos y quienes la rodean. Ese sentido de vida se hizo aún más fuerte tras convertirse en sobreviviente de cáncer.
La joven nadadora se ha convertido en un ejemplo y fuente de admiración para otros niños que atraviesan el mismo proceso que ella logró superar. Dos veces al mes, visita el Hospital de Niños Benjamín Bloom y la Fundación Ayúdame a Vivir, donde ofrece charlas y brinda apoyo emocional tanto a los pacientes como a sus familias.
Con el deseo de ayudar a quienes enfrentan esta enfermedad, en 2018, con apenas 11 años, Daniela creó la marca Dani Slime, un juguete infantil similar a una masa o gelatina elástica y viscosa. A través de sus redes sociales, vende este producto y destina los fondos recaudados a ayudar a quienes lo necesiten.

La historia de Daniela con el cáncer comenzó tras un golpe en su pierna izquierda, que llevó al descubrimiento de un osteosarcoma (un tipo de cáncer óseo que afecta principalmente los huesos largos de las piernas y, en algunos casos, los brazos).
“A los 10 años, tras una leve caída, empecé a presentar síntomas poco comunes para un simple golpe: dolor, inflamación, dificultad para caminar y correr. Cuando estos síntomas empeoraron, decidimos buscar una opinión médica más especializada. Fuimos al Hospital Bloom, me ingresaron, me hicieron una biopsia y, días después, recibimos el diagnóstico: tenía un osteosarcoma, es decir, un tumor en mi pierna izquierda”, relató la paratleta.
Ese fue el momento que cambió su vida y la llevó a descubrir el verdadero significado de luchar para sobrevivir. Pero también significó encontrar la fuerza para apoyar a sus abuelos, Juana Aparicio y Luis Durán, quienes la han criado desde su nacimiento.
“El día que me dijeron que tenía cáncer fue en agosto de 2017. Estaba con mis abuelos en el hospital cuando los médicos nos separaron para explicarnos la situación. Mi abuelo se quedó cerca de mí. Fue una noticia desgarradora, porque me dijeron que el tumor en mi pierna había provocado metástasis en mis pulmones. En ese instante, supe que tenía que luchar por mi vida”, contó Guardado.
A pesar de ser consciente de lo que implicaría el tratamiento tras la operación —pérdida de cabello y peso, náuseas, vómitos y debilidad corporal debido a la quimioterapia—, su actitud positiva fue clave para superar la amputación de su pierna. Pero, sobre todo, para fortalecer a sus abuelos, quienes han sido su mayor apoyo y fuente de motivación.

“Mis abuelos me criaron y, cuando nos dijeron que tenía esta enfermedad, como familia nos preocupamos. Pero aceptar la amputación fue la mejor decisión. Gracias a ello, hoy sigo aquí con ustedes y con mis abuelos, que me aman mucho. Aprendí a desarrollar habilidades que antes no tenía y eso me hace feliz”, expresó Daniela.
Después de la operación, regresó a casa y se enfrentó a su reflejo en el espejo: una nueva versión de sí misma, una niña que deseaba recuperar su brillo, su sonrisa y, sobre todo, una mentalidad positiva.
“Pasaron los días tras la cirugía y recibí cada quimioterapia con todas mis fuerzas durante ocho meses. Hubo momentos de altos y bajos, pero al final sentí que volví a nacer. Daniela renació, con un un cuerpo diferente, pero con una fortaleza interna poderosa”, narró la paratleta.
Doña Juana, su abuela, recuerda a su nieta como una niña fuerte desde pequeña y destaca cómo enfrentó los mayores desafíos que la vida le puso.
“El privilegio más grande que he tenido es ser la abuela de Daniela. Es una niña muy fuerte, feliz y con muchas capacidades para aprender. Fue una experiencia inesperada cuando nos enteramos de su diagnóstico, pero siempre ha sido autodidacta y aprende rápido sin mucha ayuda”, aseguró Aparicio.
Al recibir la noticia de la enfermedad, su abuela encontró fortaleza en la actitud de Daniela.
“Fue duro saber que ella estaba pasando por esto, una enfermedad que se ha llevado tantas vidas. Pero Daniela nos enseñó a ser fuertes. Incluso superé un miedo personal: las alturas. Para verla en el hospital, tenía que subir mucho y me di cuenta de que mis miedos eran pequeños comparados con lo que ella enfrentaba”, relató la abuela.
Desde niña, Daniela amó el deporte. Su abuela recuerda con emoción cómo, sin saber nadar, se lanzó al agua y aprendió por sí sola.
“Desde pequeña le encantaba el deporte. Jugaba fútbol y aprendió a nadar sola en unas piscinas cercanas a casa. Un día simplemente se tiró al agua sin saber nadar, y al poco tiempo ya lo había aprendido. Me sorprendió mucho”, contó doña Juana.
Ese amor por el deporte la llevó a retomar la natación en la adolescencia, con el sueño de representar a El Salvador.
“Desde pequeña me gustaba la natación. A los 8 años practicaba en un lugar cercano a casa, pero retomé el deporte a los 15 de manera más profesional. Mi entrenadora, Alicia Soriano, me motivó a regresar y entrenar competitivamente, lo que me hizo muy feliz”, comentó Guardado.
En los Juegos del Consejo del Istmo Centroamericano de Deporte y Recreación (Codicader) para Estudiantes con Discapacidad, realizados en Panamá el año pasado, Daniela ganó dos medallas de oro en las pruebas de 100 y 50 metros libres, clase deportiva S9.
Hoy, Daniela está enfocada en convertirse en nadadora de alto rendimiento, representar a su país con orgullo y alcanzar triunfos en el deporte, como ya lo ha hecho en la vida.
Además, ha logrado importantes metas académicas. Se graduó del Itexsal como bachiller, habla inglés y, el año pasado, obtuvo una especialidad en Finanzas Administrativas. Actualmente, estudia la licenciatura en Relaciones y Negocios Internacionales en la Universidad Evangélica.