Esta semana se ha cumplido un año del fichaje de Philippe Coutinho por el Barcelona. El brasileño llegó con honores de crack a cambio de 120 millones de euros fijos más 40 en variables, una cifra que le convirtió automáticamente en el jugador más caro de la historia del club azulgrana. El Liverpool claudicó en el mercado de invierno de 2018 después de resistir, hasta el último minuto de la ventana veraniega, a la urgencia del Barça, que acaba de perder a Neymar Júnior, no tenía suficiente con Ousmane Dembélé y veía cercano el adiós de Andrés Iniesta.
La dirección deportiva culé vendió que ‘Cou’ llegaba sobre todo para cubrir una eventual marcha del manchego, que a finales de la temporada pasada certificó su salida rumbo al fútbol japonés. Ernesto Valverde creyó en dicho encargo y comenzó su segundo curso en el banquillo azulgrana colocando al carioca de interior izquierdo, con Ousmane Dembélé de extremo por la misma banda. Pero el invento, muy bonito sobre el papel, no duró demasiado. El equipo se partía y se hizo necesaria la entrada de un medio más natural (Arthur Melo o Arturo Vidal) a cambio de sacrificar al Mosquito, poco disciplinado dentro y fuera del campo.
Coutinho adelantó su posición y conservó la plaza en el once hasta que sufrió una lesión en el campo del Inter de Milán. Ese hecho fue clave para entender la situación actual del ex del Liverpool, suplente en los cuatro últimos partidos de Liga y desacertado en casi todas sus últimas apariciones. Durante el tiempo que estuvo de baja, ‘Cou’ vio cómo Dembélé despertaba su mejor versión. Y el galo, cuyo entendimiento con Messi es cada vez mejor, tiene más argumentos específicos para rendir de extremo. Mientras, en la medular, el ‘Txingurri’ confía más en Vidal o Melo que en el supuesto relevo de Iniesta.
Valverde le pide una reacción
Este relato ha desembocado en una indefinición muy peligrosa para el internacional brasileño, que no tiene sitio en el medio ni en la delantera. Y en lugar de reaccionar sobre el terreno de juego en los partidos que sí puede disputar de inicio, como el de ayer contra el Levante, se arruga de forma preocupante. En el Ciutat de València, Coutinho estuvo lejos de coger los galones de los ausentes Messi y Suárez. Se enredó en regates previsibles, ralentizó el juego de ataque con más toques de lo normal, eludió la asociación, cometió pérdidas impropias y sólo tuvo una ocasión: de penalti, que anotó no sin suspense. El Barça necesita que retome las sensaciones de hace unos meses.
Así lo transmiten diversos portavoces azulgranas. Sergio Busquets, uno de los capitanes, detecta que ‘Cou’ está falto de «confianza y ritmo», pero es optimista: «Philippe nos ayudará en lo que queda de temporada». Menos cariñosos son los dos máximos responsables técnicos. Ernesto Valverde insta al jugador a «luchar en el campo para revertir su situación». Y su segundo, Jon Aspiazu, admite que Dembélé, como todo el mundo ve desde hace semanas, «le ha pasado un poco por encima». Los próximos partidos le piden una reacción al carioca.