El Real Madrid se metió en la final de la Supercopa enganchado a las manos de Courtois.
Una gran parada del belga en la prórroga ante Fran Pérez, hijo de Rufete, y el acierto en la tanda de penaltis salvaron un mal partido del equipo blanco, a ratos a merced de un Valencia muy meritorio. Reaccionó bien a la ventaja blanca y gobernó en el segundo tiempo, con Almeida como figura, pero ni el buen papel colectivo ni el gran encuentro de Mamardashvili fueron suficientes ante el campeón de Liga.
El valor de tener a futbolistas de altísima calidad se demuestra en noches discretas, abocadas al desastre. Courtois es indiscutible, un guante de oro capaz de acercar títulos a la vitrina del Bernabéu, porque el Valencia salió respondón, a pesar de que le costara encontrar el aire al partido de salida. Inició doblando lateral en la derecha con Lato y Thierry para detener a Vinicius, y eso liberó la banda opuesta para Valverde y Rodrygo. Allí llegó la primera opción, iniciada por el uruguayo y rematada por el brasileño, desviado. El 15 remató desde lejos, cerca del poste, en un buen arranque blanco, con Nacho en el lateral izquierdo y Kroos en la sala de máquinas. Funcionaba razonablemente bien el Madrid hasta que Gayà despertó a su equipo, con un centro desde línea de medios que Cavani cabeceó abajo, obligando a Courtois. La primera de la noche. Buena respuesta del grupo de Gattuso, que se instaló durante unos buenos minutos en campo ajeno.
Camavinga entró en la medular por sorpresa, en una apuesta clara de Ancelotti por la energía del francés para dar descanso a Modric. Flota a veces la duda de por qué no tiene más presencia en las alineaciones, y la respuesta llegó en el minuto 28, al ver una amarilla absurda, innecesaria. Pecado de juventud, se supone. En oposición, Valverde recordó su versión preMundial, apareciendo en muchas jugadas. Buena noticia para el Madrid.
Si el Valencia está sufriendo en LaLiga es, en gran parte, por su blandura atrás. Un pelotazo largo fue suficiente para hacerles sufrir. En una acción estática, sin aparente peligro, bastó un balón de Militao bien dirigido al desmarque de Benzema para que Cömert atropellase al francés. Penalti clamoroso, pese a las protestas del central, que abría su noche aciaga. Karim transformó con eficacia para sellar la ventaja al descanso.
Intentó evitar Ancelotti la segunda amarilla de Camavinga (la rozó antes de la pausa) y le sustituyó por Modric. El plan saltó por los aires a los 20 segundos, lo que tardó en empatar el Valencia. Un buen centro de Lato al segundo palo cogió dormidos a Militao y, sobre todo, a Lucas, que se zampó a Samuel Lino a su espalda. Empate y vuelta a empezar, con el Valencia en crecimiento. Volvieron las dudas de Villarreal, especialmente en fase defensiva. Eso que dijo Ancelotti que es cuestión de actitud y de sacrificio. Salvó Militao con la cara un remate de Kluivert muy peligroso. Como el partido para los blancos, en mal momento.
Tampoco tuvo fortuna el Madrid con las lesiones. Lucas Vázquez se dobló el tobillo, y Militao cayó mareado por el balonazo de Kluivert. El Valencia creció desde el orden de Almeida, perfecto en el apoyo de la jugada valencianista. Con posesiones largas y sin que el Madrid llegara a la presión, el mando fue del equipo de Gattuso, aunque no mordió en ataque. De hecho, las mejores ocasiones del segundo tiempo plomizo fueron dos cabezazos, uno de Nacho y otro de Benzema, hasta el tiempo de prolongación. Ahí, en los siete minutos que dio Hernández Hernández, el Madrid se arrimó con ganas y pudo imponerse. Vincius, en una contra blanca, se quedó solo ante el portero, pero se empleó con el desinterés de toda la noche. Controló y no encontró hueco por donde batir a Mamardashvili, agigantado. Poco mérito para evitar la prórroga.
Puede que el error carcomiera a VInicius al iniciar la prórroga. El brasileño descorchó el tiempo extra con un remate desde la frontal, buscando el costado. Respuesta extraordinaria de Mamardashvili, héroe valencianista. Gattuso metió más músculo con Foulquier e Ilaix, liberando a la banda izquierda, Gayà y Fran Pérez. Dos llegadas probaron la firmeza blanca, pero fue Mamardashvili quien sostuvo a su equipo con otra parada de mérito a tiro seco y esquinado de Kroos. Sin jugar nada bien, las ocasiones eran blancas, aunque el partido estaba roto. De hecho, si se llegó a los penaltis fue por un brazo prodigioso de Courtois, que sacó un mano a mano de Fran Pérez. El belga aseguró los penaltis y firmó el pase blanco a la final, al detener el de Gayà con ese guante suyo que vale su peso en oro.
