Se avecina un Clásico FC Barcelona – Real Madrid caliente, uno de los más tensos del siglo. Los eternos rivales se miden en liga a la vez que se ven las caras en los tribunales a raíz del ‘caso Negreira’.
La intención del Madrid de personarse en la causa judicial en la que el Barça está imputado como persona jurídica ha enfriado las relaciones entre las directivas, que no celebrarán la tradicional comida previa, a la vez que ha caldeado el ambiente en la grada.
En un futuro más lejano queda por ver cómo afectará el caso a la relación entre ambos socios en la Superliga, donde Joan Laporta ha ido de la mano de Florentino Pérez en el proyecto. Esas manos se juntarán el domingo en el palco del Camp Nou para saludarse… o no.
Los árbitros y los Clásicos siempre van de la mano. Para este ha sido designado De Burgos Bengoetxea, pero antes de conocerse sonaba también Hernández Hernández, al que Courtois criticó en público por unas manos que alertó desde el VAR en Champions.
Este mismo colegiado fue el que dirigió un Barça-Madrid en 2016 y otro en 2018, muy criticados por los blancos pese a que los resultados no fueron desfavorables: 1-2 y 2-2.
El actual no puede llegar en momento más oportuno -o inoportuno, según se mire-, en un periodo de dos meses que abarca la disputa de tres Clásicos: este de Liga y los dos de semifinales de Copa del Rey. La ida en el Bernabéu ya se ha disputado, por lo que queda la vuelta de nuevo en Can Barça (5 de abril).
El efecto Mourinho
Ya hubo una situación similar entre las temporadas 2010-2011 y la siguiente. En aquellas ocasiones no hubo un Negreira como p, sino un Mourinho. La llegada del portugués al banquillo madridista tensó la relación entre ambos clubes por sus acusaciones -apoyadas desde el palco- sobre el trato de favor de los árbitros al Barça.
El hecho de que se juntaran cuatro Clásicos en menos de un mes, entre el 16 de abril y el 3 de mayo, tampoco ayudó a apaciguar los ánimos. El Barça empató en Liga en el primero, el Madrid ganó la Copa del Rey en el segundo y los otros dos sirvieron para que los culés apearan a los blancos de la Champions, que acabaría siendo la cuarta azulgrana.
En estos dos últimos la tensión se trasladó a las ruedas de prensa, previas y posteriores. El de Setúbal criticó con ironía al de Santpedor antes del partido de ida de Champions; Pep respondió diciendo que en las ruedas de prensa era «el puto amo», dando a entender que donde debía hablar era en el campo. Ganó el Barça (0-2) y Mourinho salió en la posterior a preguntar «¿por qué?» los árbitros les beneficiaban.
Sería la Champions del adiós a Guardiola. Le relevaría Tito Vilanova y se estrenaría en agosto jugando la Supercopa contra el Madrid, precisamente, dando lugar a la bochornosa imagen del dedo de Mourinho en su ojo. Paradójicamente, ese fue el punto de inflexión para que se impusiera el sentido común y se firmara la paz.
El Clásico del cochinillo
La rivalidad entre ambos ha dejado numerosas imágenes de tensión en uno y otro estadio. En el Camp Nou quedaron grabados los recibimientos a Luis Figo por su ‘traición’ al Barça, en especial el del ‘cochinillo’.
Fue el 23 de noviembre de 2002, dos años después de que el portugués firmara con el Madrid. Pero el público barcelonista no olvidaba y el lanzamiento de objetos cada vez que se acercaba a sacar de esquina obligó al entonces árbitro, Luis Medina Cantalejo, a suspender durante algunos minutos el partido. Medina Cantalejo, el actual presidente del CTA.
Aquella noche se arrojaron por parte de algunos aficionados objetos como mecheros, una botella de whisky y la celebre cabeza de un cochinillo asado. Ninguno logró impactar, afortunadamente, como sí hicieron en otras ocasiones mecheros en las cabezas de Gerard Piqué -en el Bernabéu- o Roberto Carlos, por poner dos ejemplos.
En la época de Mourinho la tensión en los vestuarios estuvo a punto de complicar la convivencia en la selección. Tuvieron que poner paz Iker Casillas y Xavi Hernández vía telefónica, que luego por eso se ganarían un Príncipe de Asturias ‘ex aequo’. Por fortuna, hace tiempo que entre aficionados no se han producido altercados.
Tensión en los palcos
Sin embargo, en los palcos sí que se han llegado a vivir escenas algo bochornosas. Florentino Pérez quiso hacer las paces con Joan Gaspart por el fichaje de Figo. «Venga esa mano, Gaspart», al tiempo que el entonces presidente del Barça se la negaba.
Hay que remontarse al siglo XX para ver a Lorenzo Sanz marchándose del palco del Camp Nou llamando «impresentables» a los directivos culés o a Ramón Mendoza saltando al grito de «es polaco el que no bote», en Barajas.
De entre los dirigentes actuales, con el que mejor relación guardaba Florentino Pérez era precisamente con Laporta con la Superliga como proyecto de futuro común. Con los anteriores no fue tan fluida.
«Nos quitaron a Di Stéfano, no dejaremos que nos quiten a Neymar», dijo Josep Maria Bartomeu, hoy investigado, en una rueda de prensa cuando saltó el escándalo anterior: el ‘caso Neymar’. El fichaje del brasileño también salpicó a, Sandro Rosell, actualmente también investigado. El segundo incluso pisó la cárcel por supuesto blanqueo, aunque luego fue absuelto.
Gerard Piqué, hoy retirado, llegó a señalar en su etapa de jugador al palco del Bernabéu, donde «se mueven los hilos del país» y añadió que no le gustaban «sus valores». Su dedo señalaba al palco y en concreto «a la persona que imputó a Neymar y Messi».
Paradójicamente, ahora se muestra más comprensivo hacia el Madrid y su acusación, que radica en la presión ejercida por los aficionados. Podría servir como un termómetro de lo que se verá en el palco y la grada este domingo.