Los dos únicos goles del partido uno de ellos fue anotado por Cristiano Ronaldo para el Real Madrid y descontó Griezmann, por el Atlético de Madrid. El marcador fue de 1 – 1.
Para nada fue un derbi de garrafón. Hubo trama, y de la buena. Por mucho que nadie brindara más por su desenlace que el Barça, el duelo dejó pasajes, mayormente con la autoría madridista. Nadie disimuló sus esencias. Frente a un Madrid con más volumen, el Atlético mitigó su aire más pedestre con el simposio de Oblak y un gancho de Griezmann.
Con el orgullo capitalino en liza, el Atlético sacó provecho del resultado, lo que se le negó a un Madrid con más cuerpo, más osado y recreativo. Pero ante el empuje mosquetero de los madridistas respondieron los colchoneros en brazos de Oblak y a los pies de Griezmann.
De punta a punta, los sostenes de un Atlético con el colmillo que le distingue sin el balón. Tan reconocible en esa faceta como en su poco flirteo con la pelota. A los de Simeone les va más el fútbol sacamuelas. Y así lleva cinco derbis sin verse desamparado en Chamartín. Y así tiene a su contrincante a cuatro puntos por el retrovisor. Si el fútbol se decidiera por un concurso de méritos, en casi toda la sobremesa los hicieron el Madrid, de forma coral, y Oblak y Griezmann, solistas de aúpa en este conjunto tan castrense que ha hecho del cholismo el gran credo rojiblanco en décadas.
La propiedad de la pelota
Mayoritariamente, los blancos requisaron la pelota. No de forma retórica, sino con ánimo punzante: dos remates al larguero en el primer acto y media docena de paradas de máster del meta esloveno del Atlético. Dos de ellas con remates desde el área menor, un hecho contradictorio con la certificada reputación de los colchoneros a la hora de blindar el rancho. Por el perímetro de la fortaleza de Oblak también reclamó el Real dos penaltis, uno de Juanfran a Kroos y otro de Lucas Hernández a Lucas Vázquez. Bien pudo serlo cualquiera de los dos.
Antes de que se agitara el marcador en el segundo tiempo, también el Madrid se impuso sin la pelota, con el eficaz Kovacic de cortafuegos como relevo de Casemiro. Sin goles, los blancos apenas concedieron dos contras a sus vecinos, pero Keylor venció en su duelo con Diego Costa. En la otra, un derrotado: un asistente sin mirilla que sancionó con fuera de juego una arrancada de Vitolo desde campo propio.
De inicio, el Atlético fue un equipo rígido, limitado a la barricada en su área y ulceroso con el balón, salvo que por su camino se cruzara Griezmann. Enfrente, un Madrid móvil, dispuesto a dar palique a la pelota con el dinamismo de todo su regimiento de ataque. Situación que propician futbolistas como Asensio y Lucas Vázquez. Dos jugadores ambulantes para los que las bandas son solo un punto de partida.
Como tacha ofensiva madridista, su escaso peritaje de los pasillos interiores. Sin gente como Benzema e Isco el embudo se estrecha. Con todo, Asensio y Marcelo —¡con la derecha!— cazaron dos disparos al larguero. Y Oblak abrochó de maravilla dos zarpazos de CR y otro de Varane a bocajarro.
Tampoco se arrugó ante un disparo de Carvajal. En este portero tiene el Atlético una veta extraordinaria. Oro puro: por agilidad, anticipación y poderío aéreo. Todo con sobriedad, sin aderezos fotogénicos.
Colgado de Oblak y su larguero, el Atlético, demasiado atornillado, refugiado en sus cuerdas hasta dar con Griezmann, se fue aliviado al descanso. De vuelta, las mismas constantes. Hasta que Bale rebobinó al Bale que despuntó en la Premier y se ajustó al sector donde más florece. Desde la izquierda, tiró de periscopio y dio con Cristiano, que sin parar la pelota soltó un perdigonazo que superó a Oblak. El galés nunca conectó mejor con CR que cuando le puso en su teleobjetivo como el genuino extremo zurdo que es.
De hecho, con Marcelo de centinela, el Madrid adivinó que su mejor yacimiento estaba por la izquierda. Por ahí percutió y percutió hasta el final. El gol de CR surtió un efecto inopinado, pero episódico. En desventaja se espabiló el cuadro visitante. No solo no demoró el empate, sino que por un ratillo tuvo el duelo por la pechera.
Liberación rojiblanca
Cuando tuvo que afiliarse a Griezmann emergió otro Atlético, ya más descamisado, sin repelús a la pelota, más invasor en territorio enemigo. Decididos los rojiblancos, Griezmann, quizá con un meñique fuera de lugar, hilvanó con Vitolo. Keylor se interpuso ante el canario y al rechace llegó al propio atacante galo. Aturdido el Madrid por el empate, en un pestañeo Koke tuvo el 1-2, pero Keylor fue Oblak.
El partido ya no solo era de ida, tenía vuelta, chispa en los dos territorios. En ese instante, los técnicos movieron ficha. Cumplida la hora, Zidane no tuvo reparos en abanicar a CR, que se fue del césped jovial, idea de un relevo pactado. Benzema tomó el testigo poco antes de que lo hicieran Modric e Isco por Asensio y Kovacic.
Un Real a por todas. Sin CR, sí; pero también sin el ancla industrial de Casemiro o Kovacic. Simeone apuntaló justo la zona caliente, y Gabi sustituyó al discreto Diego Costa. El preparador argentino no tardó en devolver el amparo ofensivo a Griezmann con Gameiro por Thomas, otro de los centuriones que tanto abundan en este Atlético.
Corregidos los dos equipos, el choque se cerró como amaneció y discurrió casi toda la tarde. De nuevo el Madrid al frente y el Atlético al bloqueo. Y por si había dudas respecto al póster del reto madrileño, Oblak bajó el telón con un vuelo para desviar una falta lanzada por Sergio Ramos ya en ausencia de CR. El mismo Ramos que casi descarga un cabezazo triunfal en el último parpadeo.
Si no fue en ese minuto 93 demonizado de por vida por los colchoneros muy cerca estuvo. Respiraron los rojiblancos y poco tuvieron que reprocharse los madridistas.
El derbi supo a derbi, al menos desde el timbre cholista. Ahora, tiempo europeo para los dos mientras el Barça tiene la Liga en los morros, con el Atlético distanciado a once puntos y el Madrid, a 15. A la espera del alirón azulgrana, en Madrid el derbi fue de Oblak.