La profundidad de las pinturas de Leonardo da Vinci (1452-1519) podría ser fruto de un defecto en la vista, una forma de estrabismo llamada exotropía, que habría inducido al artista a «desconectar» en algunos momentos el ojo desviado, que también caracteriza a su cuadro La Gioconda.
Este pasaje de visión biocular a monocular explicaría la habilidad del genio renacentista para captar los detalles que marcan la tridimensionalidad de rostros, objetos y paisajes.
Así lo señaló el estudio del neurocientífico Christopher W. Tyler, de la City University de Londres, publicado por la revista Jama Ophthalmology.
La búsqueda fue conducida examinando el alineamiento de las pupilas en un autorretrato de da Vinci y en el David de Verrocchio, para el cual Leonardo habría posado como modelo.
El estudio científico después se extiende a otras célebres obras atribuidas a Leonardo, como Salvator Mundi y El hombre de Vitruvio, en las que el artista habría reproducido su defecto visual. Los resultados obtenidos parecen llevar a un diagnóstico de estrabismo, enfermedad que diversos estudiosos atribuyen también a Lisa Gherardini o Mona Lisa, la noble florentina a la que históricamente se considera la modelo de posiblemente el cuadro más famoso del planeta.
«Es probable que el estrabismo intermitente, con la alternancia de visión 2D y 3D, de alguna manera haya hecho al artista más consciente de los detalles que generan la tridimensionalidad en las pinturas, y esto podría explicar por qué Leonardo fue tan cuidadoso en dar la impresión de la profundidad en sus obras», le explicó Tyler a ANSA.
«El estrabismo intermitente me parece una hipótesis inédita y sorprendente», comentó también a ANSA Davide Lazzeri, cirujano plástico desde hace años dedicado al estudio de la medicina en el arte. «Este estudio confirma otra vez el gran interés en reconstruir la compleja ‘historia clínica’ de Leonardo: desde hace tiempo se especula con que el gran artista haya sido vegetariano y que esto pudiera haber determinado un incremento de los valores de una proteína de la sangre, llamada homocisteína, que aumenta el riesgo cardiovascular», agregó Lazzeri.
A partir de esto se abre paso la conjetura del ataque sufrido pocos años antes de su deceso, que según algunos estudiosos se confirmaría en la parálisis de la mano derecha del genio, descrita en 1517 por el secretario del cardenal de Aragón, Antonio de Beatis, y también en el paroxismo que sufrió ya en trance de morir en presencia de Francisco I, rey de Francia.
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