El arquitecto, gestor cultural y guionista, desde diciembre de 2015 al frente del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Argentina, dispara contra la endogamia y la frivolidad del arte contemporáneo: «Parece un gueto de entendidos»
Andrés Duprat es arquitecto, pero hace más de 15 años que no ejerce. Dejó los planos en 2002, cuando se mudó de Bahía Blanca a Buenos Aires mientras crecía su carrera como gestor cultural. Hoy dirige el Museo Nacional de Bellas Artes y escribe películas, aunque cada vez que puede aclara: «No soy guionista profesional». Es que Duprat llegó al cine como un observador del mundo social del arte contemporáneo: había volcado una serie de críticas en un ensayo que terminó en manos de su hermano Gastón y Mariano Cohn, los creadores de Televisión Abierta y Cupido. Así nació El artista y también una tríada que hoy parece indisociable. Por iniciativa de Juan José Becerra, Paidós publicó en julio los guiones de su ópera prima, El hombre de al lado y El ciudadano ilustre, las tres dirigidas por Cohn-Duprat, las tres marcadas por las tensiones entre la alta cultura y la cultura popular.
«El mundo del arte tiene una parte frívola, snob y muy caprichosa, sobre todo el arte contemporáneo —reflexiona Duprat ante Infobae Cultura en su oficina del Bellas Artes—. Lamentablemente se ha trazado una diferencia con el gusto popular que ahora se ve insalvable y me parece nefasto. Las artes visuales son acciones de un hombre hacia el hombre, no hay que ser PhD en Historia del Arte para ver una obra plástica. Creo que el arte contemporáneo se ha cerrado sobre sí mismo, y no ingenuamente. Parece un gueto de entendidos. Por eso surgen todos estos mediadores, curadores, críticos de arte… En otras disciplinas no pasa. No vas a ver una película y viene un chabón a explicarte lo que no entendiste. En las artes visuales es muy común que alguien vaya, se quede un poco así sin saber y venga un experto a darle las claves de aproximación a una obra. Eso es terrible para mí. Es una cosa que además de ser mentira tiene un efecto muy nocivo para la sociedad».
Sí, suma, pero no puede ser privativo. Es como si te dijera que no veas el partido de fútbol porque yo fui técnico, y que eso te inhabilite para poder mirar un espectáculo. No es contra el conocimiento. Hay una frase que me gusta repetir, que no es mía, es de Bruno Munari: uno ve lo que sabe. Obvio, cuanto uno más sabe, más ve. Pero son capas. Si para ver una pintura o una instalación de arte contemporáneo tenés que estudiar… Para mí eso es una especie de perversión rarísima. Me da más para pensar que han armado algo para dejar fuera un montón de gente.