Zinedine Zidane regresó al Madrid el pasado 11 de marzo con un mensaje inequívoco: «Vamos a hacer cambios». Tenía clara su idea sobre el próximo Madrid. Propuso la lista de altas que poco a poco va completando (Hazard, un delantero, Pogba…) y confeccionó la de bajas, donde dejó señalada a la Generación de 2017.
Theo Hernández, Vallejo, Marcos Llorente, Ceballos y Borja Mayoral se incorporaron al Madrid hace dos veranos para ser recambios de aquella famosa Segunda Unidad que impulsó al equipo a la conquista del doblete en la 2016-17 pero acabaron con la cruz del francés puesta y eso no cambió en su vuelta. Ninguno tiene sitio en su proyecto y así se lo hizo saber.
Zidane pretendió hace dos temporadas repetir aquel plan que le dio la Liga y la Champions en la 2016-17. Aquel que contó con una Segunda Unidad cuyo desempeño fue brillante: logró quince puntos en cinco salidas de Liga que sirvieron para dar ganar el título liguero, y, de paso, dar descanso a la Primera Unidad de titulares para que se centrara en la conquista de la Decimotercera. De modo que en los primeros partidos de la temporada sí dio oportunidades a las jóvenes novedades para oxigenar al equipo titular, pero se sintió desencantado.
No veía a esa nueva Segunda Unidad con los mismos ojos que a la del año anterior. Por un lado, porque ya no la componían jugadores con experiencia como Pepe, James, Morata o Danilo, que se marcharon. Y por último, porque el entusiasmo del grupo había menguado. Ningún reserva exigió a los titulares. La Copa les señaló. El punto de inflexión fue el ‘Pepinazo’, la eliminación ante el Leganés. Desde entonces, Zidane ‘borró’ de sus planes a los fichajes de ese 2017 y se abrazó a los veteranos para ganar el único título por el que peleaba ya: la Champions. Aquella eliminación copera marcó a Zidane y fue uno de los motivos de su abrupta marcha el 30 de mayo de 2018.