Por: Guillermo Serrano
Cuando se trató del “acabo de mundo” anunciado por el calendario Maya (2012), todo el mundo se puso de cabeza a escudriñar todo tipo de anuncio “apocalíptico” acerca del tema. Hasta Nostradamus tuvo algo que decir, según los seguidores del extraño personaje.
“Michel de Nôtre-Dame (Saint-Remý-de-Provence, Francia, 14 de diciembre de 1503 – Salón de Provenza, Francia, 2 de julio de 1566), también llamado Michel Nostradame, usualmente latinizado como Nostradamus, fue un médico francés y adivino, mejor conocido por su libro Les Propheties (en español, Las Profecías), una colección de 942 cuartetas poéticas que supuestamente predicen eventos futuros. El libro se publicó por primera vez en 1555”.
Y claro, los creyentes cristianos se ufanaron en tratar de hacer coincidir a los Mayas con lo que conocemos como la profecía bíblica. Hasta ahí, la cosa, aunque un poco estrafalaria, parecía más o menos normal.
Pero de pronto, en distintos lugares del mundo, pastores y ministros protestantes comienzan a mostrar con su conducta que entran en conflicto y hasta en “pecado” con lo que se supone la cuestión ética, cuando meten las manos a la bolsa del dinero (aquella que parecía custodiar Judas, en la antigüedad) y no solo eso, sino que el sexto mandamiento no parece ser uno que le obligue a algo cuando la tentación de la carne doblega el temple del espíritu.
Y nosotros preguntamos: ¿dónde están los profetas? Porque hay una multitud de congregaciones que se ufanan de tener todos los dones del Espíritu (llamados los dones carismáticos), y sin embargo, los profetas permanecen mudos o, quizá, ausentes de su llamado vocacional.
Aquí le hemos dado con toda la crítica a la Iglesia Católica Romana por sus faltas y crímenes contra la niñez, en abusos documentados y que ha llevado al catolicismo a un descrédito impresionante en los tiempos que vivimos.
Pero no podemos cerrar los ojos ante tanto desvarío y pecados –sí, pecados- que se cometen al interior del evangelicalismo que se viste con sus mejores ropajes los domingos en servicios religiosos y cultos “llenos del Espíritu”, pero ausentes de la palabra profética que denuncie las inmoralidades de pastores, líderes y ministros que han sido llamados a ser ejemplos de vida para una sociedad que no tiene referentes o modelos de vida.
El problema es universal y no tiene que ver con nacionalidades, idiosincrasias, raza o lenguajes. Se da, todo esto, en todos los países del planeta. Y los que hasta ayer posaban como ejemplo a seguir, hoy no son más una caricatura o historia que ha quedado plasmada en algún libro que se va a los estanques de reciclaje.
No somos cínicos y queremos reconocer a aquellos creyentes sinceros que se niegan a muchos placeres permitidos para ayudar a otros y seguir con devoción su fe. Y quisiéramos animarles para que continúen siendo un testimonio viviente de lo que es y significa tener valores éticos. Pero no podemos cerrar los ojos ante la crisis que enfrentamos como comunidades de fe ante una sociedad que nos mira esperando algo más que palabras.
Con razón se preguntó Jesucristo, el fundador del cristianismo: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?.