Ni pudo ser ni hubo opciones. El Olympique de Lyon le dejó claro al Barça que todavía debe mejorar mucho si quiere competirle la UEFA Women’s Champions League de igual a igual y se llevó su cuarto título consecutivo con una goleada sin paliativos. El triunfo francés, previsible, fue duro por cómo llegó, en media hora letal, pero a la larga la primera final europea del Barça femenino será recordada como un aprendizaje necesario. Caer para volver a levantarse.
Vendaval francés
Las caras de tensión de las jugadoras del Barça al saltar al campo lo decían todo: había nervios. Las 19487 personas que llenaban el Ferencvaros Stadium, la Copa en el centro del campo, la música épica… Todo lo que supone una final de Champions y que estaba descubriendo en esos momentos el Barça, le llegó de golpe.
Porque tras un primer intento claro azulgrana en el minuto 4 –un tiro desviado de Duggan tras un robo de Mariona- llegó la primera puñalada del Olympique de Lyon. Van de Sanden, la gran novedad en el once galo, aprovechó un hueco en la defensa azulgrana para habilitar a Marozsan en el punto de penalti y fusilar a Sandra Paños. Lo que más temía el Barça, que el Lyon golpeara pronto, llegó irremediablemente. Y lo peor, es que las francesas no se quedaron ahí. De la boca de ‘Daenerys’ Hegerberg se escuchó «Dracarys» y todo empezó a arder.
El Lyon olió sangre y fue sin piedad a por el Barça, cuya ilusión inicial se topó rápidamente con la cruda realidad. Van de Sanden, en otro agujero dejado por Leila en el flanco izquerdo, el más débil, volvió a aprovechar su velocidad para ponerle el 2-0 en bandeja a Hegerberg (14’). Poco después, en el 19’, la misma delantera noruega puso el tercero tras otra asistencia, esta vez de Majri y en el 30’, tras un centro perfecto de Bronze, marcó el 4-0. En un visto y no visto. Implacables en la tiranía. En una lección magistral de efectividad, calidad y ritmo. Aprovechando que el Barça les había ofrecido lo que mejor les venía a sus delanteras: espacios y facilidades en defensa.
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Dicho esto, también hay que reconocer que el Barça murió fiel a su estilo. Valiente queriendo el balón, con sus ideas. Sin renunciar al toque ante un equipo muy superior. Y eso es meritorio valorárselo al equipo de Lluís Cortés, que pudo maquillar el resultado al filo del descanso, con un cabezazo de Alexia a la salida de un córner que rozó el larguero.
El Barça no bajó los brazos y encontró el premio
La segunda mitad empezó con un Barça con más balón. Obviamente el resultado no ofrecía dudas y el Lyon sabía que ya tenía el partido completamente en el saco, así que la actitud de los dos equipos fue otra totalmente distinta. Aitana, la mejor del Barça en el encuentro, cogió las riendas y el equipo empezó a disfrutar de más posesión.
Eso sí, llegar al área de Bouhaddi costó bastante al principio, aunque el conjunto azulgrana dispuso de ocasiones para maquillar al menos el resultado, sobre todo a partir de la entrada al campo de Oshoala. La nigeriana revolucionó el ataque azulgrana y en tan solo dos minutos ya creó más peligro que Toni Duggan en 60. Tras dos intentos lejanos de la delantera y una ocasión muy clara de Vicky Losada -que desperdició sola ante Bouhaddi un gran pase en largo- el Barça encontró el premio de consolación de la mano de Asisat. Un gran pase entre líneas de Martens lo aprovechó Oshoala para superar en velocidad a su par y poner el 4-1 definitivo. Un gol que no consuela, pero sí quedará para la historia como el primero del Barça en una final de Champions. Y visto lo visto, y a pesar del resultado ante este Olympique de Lyon, seguro que no será el último.
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