Joseph Blatter el expresidente de la FIFA que estuvo años al frente del órgano rector del futbol mundial hasta que dejó el cargo por un escándalo, también quiere pagos por su jubilación y que su exempleador limpie su nombre. Sin embargo, su misión actual es una extraña disputa personal por el destino de decenas de relojes de lujo que, según Blatter, no pudo recuperar de las oficinas generales de la FIFA después de que se vio obligado a dejar la organización en 2015.
Blatter, de 83 años, comentó en una entrevista con The New York Times que tuvo lugar el 8 de mayo que estaba tan frustrado porque la FIFA no le había regresado los relojes (de marcas como Patek Philippe, IWC y Omega), que los iba a incluir en una demanda que planea presentar en contra de la organización. Dicha demanda, dijo, también exigirá pagos por jubilación y una explicación sobre los arreglos de su indemnización para demostrar que no es un ladrón.
Blatter está cumpliendo una condena de seis años fuera del futbol, un triste desenlace para su relación con la FIFA que duró 41 años antes de que fuera despedido tras un escándalo de corrupción de gran envergadura.
Según Blatter, el problema es que, desde el día que lo suspendió la FIFA, en octubre de 2015, no ha podido recoger sus pertenencias, en particular una enorme colección de relojes que acumuló durante décadas, desde los días en que trabajaba para la relojera suiza Longines. En retrospectiva, Blatter dijo que debió haber dejado los relojes en su apartamento de Zúrich, pero que, al ser soltero, creyó que estarían más seguros en las resguardadas oficinas de la sede de la FIFA.
El año pasado, después de un estira y afloja con el departamento legal de la FIFA y la secretaria general de la organización, Fatma Samoura, Blatter se reencontró con 120 relojes, aunque no con la que describe como su «colección de alta tecnología». Esos relojes, aseguró, tienen un alto valor sentimental y monetario; de acuerdo con sus cálculos, cada reloj vale entre 5000 y 20.000 dólares. Por lo que el valor de la colección ascendería a 400.000 dólares, pero probablemente valen mucho más.
«Es un asunto de respeto, y se me ha colmado el vaso», señaló Blatter, quien sigue viviendo en un apartamento que le renta a la FIFA. «Creo que no es demasiado pedir que me regresen mis pertenencias».
El subsecretario general de la FIFA, Alasdair Bell, mencionó que Blatter tenía todos los relojes que había solicitado e incluso había firmado un cargo de recibido, antes de sorprender a la organización meses después con el alegato de que le faltaban algunos objetos.
«Hicimos lo que nos pidieron que hiciéramos», aseguró. En cuanto a la pensión, agregó Bell, Blatter recibe «lo que le corresponde de acuerdo a la ley».
Bell agregó: «Si presenta una queja, es evidente que nos defenderemos ante cualquier acusación pues actuamos conforme a nuestras obligaciones legales, incluida la que teníamos con Blatter».
Los relojes de Blatter no son las únicas pertenencias de funcionarios cesados que han permanecido en la FIFA. Un Mercedes clásico propiedad de Chuck Blazer, el exfuncionario estadounidense corrupto cuyo testimonio ayudó al Departamento de Justicia a iniciar procesos en contra de decenas de sus exasociados, sigue en su lugar de estacionamiento en el garaje subterráneo de la FIFA. Blazer murió en 2017, cuatro años después de haberse declarado culpable en secreto de asociación delictiva, fraude electrónico y lavado de dinero, y de haber aceptado ayudar a los investigadores.
Los relojes de lujo han tenido un papel tan importante como extraño dentro de los círculos del futbol, pues les han costado el puesto a funcionarios y han provocado revelaciones vergonzosas. Por ejemplo, en 2014, la FIFA tuvo problemas para persuadir a algunos de sus miembros de regresar decenas de relojes de pulsera valuados en 26.000 dólares que les habían regalado los organizadores del Mundial de 2014 en Brasil. Y después de ser arrestado en el escándalo de 2015, un exfuncionario de la FIFA aseguró su liberación, en parte, tras entregar once relojes y el anillo de bodas de su esposa.
Apenas el mes pasado, Reinhard Grindel, presidente de la federación alemana de futbol y miembro del consejo rector de la FIFA, se vio obligado a renunciar después de que se reveló que había aceptado un reloj de diseñador de un colega ucraniano.
Alguna vez, Blatter incluso invocó el eslogan de su exempleador, el fabricante de relojes, para castigar a los medios durante una feroz conferencia de prensa en 2011. Para responder una pregunta, Blatter sermoneó al reportero que la formuló con la frase «la elegancia es una actitud», un lema que ha usado Longines desde 1999.
Años después de su salida, Blatter se sigue sintiendo agraviado por los sucesos en la FIFA. Insistió en que los hombres que llegó a conocer íntimamente durante décadas en el futbol, incluidos algunos con los que tenía acuerdos relacionados con contratos para transmisiones de televisión, debieron haberse involucrado en conductas deshonestas sin su conocimiento, y lejos de la sede de la FIFA. Además, asegura que nunca recibió el bono de 12 millones de dólares que le prometieron en secreto en su último contrato. Blatter quiere que la FIFA aclare el asunto, pues considera que la revelación sobre que él organizó un pago multimillonario durante la época más oscura de la FIFA representa una mancha en su reputación.
Sin embargo, Blatter comentó que no buscaría la indemnización de 12 millones de dólares si la FIFA le regresaba el resto de sus relojes. «Para mí, esto es muy personal», sentenció.
Gran parte de la frustración de Blatter surge debido a lo que él percibe como un trato irrespetuoso de parte de FIFA; insistió que a pesar del escándalo de corrupción, dejó la FIFA en un estado saludable y debería ser reconocido por eso.
«No voy a morirme por ello», dijo sobre el dinero, «pero quiero morir con dignidad, y quiero que digan que no fui un ladrón en la FIFA».
No obstante, primero, quiere sus relojes.